"El primer bandoneón que tuve me lo regaló mi papá cuando tenía seis años. Lo trajo envuelto en una caja; yo me alegré, creí que eran los patines que le había pedido tantas veces. Fue una decepción. En lugar de los patines, me encontré con un aparato que nunca había visto en mi vida. Papá me sentó en una silla, lo puso sobre mis piernas y me dijo: 'Astor, éste es el instrumento del tango, quiero que aprendas a tocarlo'. Ya mayorcito, cuando mi familia volvió a Mar del Plata, me regaló un 'Doble A', que compró en la casa Emilio Pitzer en Buenos Aires. Le costó 300 pesos, y para mí fue como pasar de un piano vertical a uno de cola. Ya me calentaba, gozaba el tango y el bandoneón. El tango tuvo grandes bandoneonistas. Hay un estilo Maffia y un estilo Láurenz. Uno es más intimista; el otro, más desbordante. El gordo Troilo fue otra cosa, no era deslumbrante, pero sí un intérprete maravilloso, me hacía caer las medias tocando dos notas incomparables. En materia de técnica también está Minotto, y posiblemente el más grande de todos nosotros, aunque desconocido por el gran público: se llama Roberto Di Filippo. En la primera línea no puede faltar Leopoldo Federico, el mejor de todos en esta época. En la generación posterior hay dos muy buenos: Dino Saluzzi y Néstor Marconi.
Yo soy distinto a todos. No digo ni mejor ni peor que Troilo o Federico. No. Lo que no tiene nadie es mi 'touche'; esto quiere decir que alguno me puede superar, o no; de lo que estoy seguro es de que como Piazzolla no puede tocar ninguno.
El bandoneón de Troilo, que me regaló Zita, su mujer, no es tocable, por lo menos para mí. Es como el auto que maneja una tía a cuarenta por hora. Si uno se lo pide prestado y lo acelera, el auto se ahoga. lo mismo me pasa con el 'fueye' del gordo; lo tengo que tocar como él, suavemente, casi una caricia. Y yo no acaricio nada. Mis cinco dedos son una ametralladora. Las veces que lo usé en público se me pinchó a los dos minutos, y será así hasta el día del juicio final; está achanchado para toda la vida. Debe ser una maldición de Troilo: nadie podrá tocar ese instrumento. Por supuesto, lo guardo como una reliquia. Hay dos instrumentos que no dejaría por nada del mundo: el primero que me regaló mi papá, que lo tiene uno de mis nietos, el hijo de Daniel, y ése de Troilo". Fdo: Astor Piazzolla.
Nota publicada en "El Diario del Tango", editado por Revista Noticias, Clásicos Argentinos N° 2
1 comentario:
Me pregunto cuántos admiramos a Piazzolla...??
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