Discos viejos

martes, 2 de diciembre de 2008

¡Feliz Cumple, Don Osvaldo!

Osvaldo Pugliese nació el 2 de diciembre de 1905, en Villa Crespo, Buenos Aires, Argentina. Esa zona de la ciudad era el lugar donde convergían los más desposeídos, los expulsados de la incipiente sociedad de consumo y buena parte de la masa inmigratoria, llegada de Europa, y donde surgieron, también, los conventillos. El entorno social, cultural y temporal en el que le tocó crecer, forjó en el mismo un espíritu de solidaridad que jamás abandonó, como tampoco su adhesión al por entonces naciente Partido Comunista.
Su padre, Adolfo, era obrero del calzado e intervenía, además, como flautista aficionado en cuartetos de barrio que hacían culto del tango. Tenía dos hermanos mayores, y ambos tocaban el violín. Fue el padre quien le impartió las primeras lecciones de solfeo a Osvaldo, y aunque se inició con el violín, sólo ejecutó este instrumento por poco tiempo, ya que luego se inclinó definitivamente hacia el piano.
Después de formarse en conservatorios del barrio, se inició como profesional a los 14 años, en el Café La Chancha. Ya había compuesto el tango Recuerdo, que registró su padre, dada la minoría de edad de Osvaldo.
Su carrera musical iba en ascenso: se incorporó al cuarteto de Enrique Pollet, luego a la orquesta de Roberto Firpo, y en 1926, Pedro Maffia -el gran bandoneonista- lo llevó como pianista a su orquesta. Tres años después, junto a Elvino Vardaro, fundaron un grupo musical que hizo historia.
El golpe militar de 1930, redujo las posibilidades laborales de Pugliese, ya que era conocida su militancia partidaria.
En 1935, volvió a los grandes escenarios, convocado por otro bandoneonista, Pedro Laurenz.
En 1939 forma su primera orquesta propia. Se presentó en el nuevo Café Nacional y llegó a Radio El Mundo, la más importante de aquella época. Una hinchada, formada por los fanáticos de su estilo y por los adeptos al Partido Comunista, lo seguía fielmente.
Recién en 1943 grabó su primer disco. A su calidad de director, orquestador y selector del plantel, Pugliese agregó su calidad de excelente compositor. De su autoría son: Recuerdo, Una vez, Recién, La yumba, Malandraca, A Agustín Bardi, Negracha, Cardo y Malvón.
Pugliese nunca olvidó el consejo que, siendo muy joven, recibió de su padre: "Cuando tocás, tenés que mirar los pies de los bailarines. Si te siguen, es porque vas bien. Si no, el equivocado sos vos". Lo aplicó toda su vida. Su orquesta nació milonguera. La fuerza, las sutilezas rítmicas, la garra, no fueron premeditadas: crecieron como una necesidad que le transmitieron los bailarines. Las circunstancias ayudaron para que enseguida tomara identidad propia. El estilo Pugliese provocó una explosión de popularidad que alcanzó a todos los integrantes de la orquesta. Era el reconocimiento del público hacia quienes habían sabido interpretar sus aspiraciones, su sensibilidad.
La orquesta de Pugliese se hizo fuerte en el cordón industrial. En Avellaneda, Wilde, Lanús. Desde allí se proyectó al resto del país, primero, y a nivel internacional, más tarde.
En 1968, las cosas no iban bien para la orquesta. La modernidad (hippies, rock and roll, minifaldas), parecían alejar a la juventud de un estilo de vida que se había hecho en tango. Raleaba el trabajo y la salud no siempre acompañaba al "Maestro". Debió reestructurar su orquesta y los cambios en la misma se sucedían con frecuencia. Ya no quedaban bailarines y el tango transitaba por sendas musicales que lo alejaban cada vez más del estilo milonguero. No fue fácil para Pugliese la adaptación.
El 26 de diciembre de 1985, vivió su noche de gloria: pudo concretarse el viejo sueño de sus seguidores de que tocara en el Teatro Colón. El tango desembarcó en el legendario teatro de la mano del maestro Pugliese, ante una sala repreta de un público no muy habituado a esos lujos. La más que merecida ovación llegó, emocionada, junto a un escenario cubierto de rosas rojas y a veinte temas con sus bises.
La última actuación en la dirección de su orquesta, fue el sábado 17 de junio de 1995, en La Casa del Tango, de la que fuera presidente y fundador.
Falleció el 25 de julio de 1995. Después de ser velado en el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, su cortejo partió hasta la sede central del Partido Comunista, después pasaron por SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) y por la Casa del Tango. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Chacarita (Buenos Aires), en un sector denominado Monumento a las Personalidades. Sobre su tumba se erige una escultura del "Maestro", tocando su piano.
Osvaldo Pugliese fue un músico fenomenal. Fiel a sus convicciones estéticas; tanguero por definición y por mandato. Leal, también, a sus valores éticos. Convencido de la posibilidad de erigir un mundo más justo. Inclinado, naturalmente, hacia los más débiles, aún a costa de su propio patrimonio e, incluso, de su libertad.
Fue incondicionalmente venerado por todos los músicos que pasaron por sus orquestas, que veían en él a un maestro del arte y de la vida. Cumplió más de sesenta años de trayectoria en los escenarios.
Durante años cumplió con el rito de realizar una larga caminata matinal por Buenos Aires, en la que solía detenerse para entregarse a la conversación amena con ocasionales "amigos": los trabajadores, a los que dedicó su arte y consagró sus inclaudicables posiciones políticas.
Pugliese no necesitó hacer estilo ni fabricar vanguardia para afirmar su propia personalidad. Le bastó crear y recrear, con una originalidad que invade centenares de tangos, sin achaques, sin rebuscamiento y, sobre todo, sin ficticias incursiones por fuera del alma del género.
Hasta los 80 años tomaba clases de armonía, tocaba su piano en las tardes, ensayaba repertorio, escribía y cotejaba arreglos.






Basado en:

"Tango de colección", N° 2: Osvaldo Pugliese, Clarín, Buenos Aires, 2005, textos de Eduardo Rafael y Jorge Göttling.

"Clásicos de siempre", Revista Pronto semanal: Osvaldo Pugliese - El Maestro del Tango.

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