Discos viejos

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lunes, 24 de agosto de 2009

Trenzas

"Tango que permite considerar el particular manejo de la retórica que tuvo Homero Expósito, autor hábil en metáforas y personificaciones. Dotado de un aire ultraísta, criticado a veces por sus tropos demasiado herméticos, Expósito fue la consecuencia de algunos versos de Homero Manzi.

Pedro Laurenz, con la voz de Jorge Linares, lo grabó para Victor el 19 de diciembre de 1944. Al año siguiente, las versiones se multiplicaron: aparecieron las de Miguel Caló con Raúl Iriarte (20 de febrero, Odeón), Rodolfo Biagi con Jorge Ortiz (25 de abril, Odeón), Francisco Canaro con Guillermo Coral (7 de mayo, Odeón). Guillermo Coral era el seudónimo de Guillermo Rico -uno de los cinco integrantes de la Cruzada del Buen Humor-, famoso por las imitaciones de otros cantantes."



Fuente: "LAS MEJORES LETRAS DE TANGO - Antología de doscientas cincuenta letras, cada una con su historia - Selección, prólogo y notas de Héctor Angel Benedetti", Grupo Editorial Planeta.







Trenzas,
seda dulce de tus trenzas,
luna en sombra de tu piel
y de tu ausencia...
Trenzas que me ataron en el yugo de tu amor,
yugo casi blando de tu risa y de tu voz.
Fina
caridad de mi rutina,
me encontré tu corazón
en una esquina...
Trenzas
de color de mate amargo,
que endulzaron mi letargo gris...



¿A dónde fue tu amor de flor silvestre?
¿A dónde, a dónde fue después de amarte?
Tal vez mi corazón tenía que perderte
y así mi soledad se agranda por buscarte...
¡Y estoy llorando así,
cansado de llorar;
trenzado a tu vivir
con trenzas de ansiedad,
sin ti...!
¿Por qué tendré que amar
y al fin partir?


Pena,
vieja angustia de mi pena,
frase trunca de tu voz
que me encadena...
Pena que me llena de palabras sin rencor,
llama que te llama con la llama del amor.
Trenzas,
seda dulce de tus trenzas,
luna en sombra de tu piel
y de tu ausencia...
Trenzas,
nudo atroz de cuero crudo,
que me ataron a tu mudo adiós...




Letra: Homero Aldo Expósito
Música: Armando Pontier (Armando Francisco Punturero)



domingo, 15 de febrero de 2009

La Cumparsita

Fue compuesta en Montevideo (capital de la República Oriental del Uruguay) por un estudiante de arquitectura llamado Gerardo Hernán Matos Rodriguez, quien era hijo del dueño de un cabaret muy conocido de dicha ciudad. Nació como marcha de una murga de carnaval que llevaba el nombre de "La Cumparsita", en el año 1916. Matos Rodriguez era un pianista intuitivo (no sabía música), y llamó a un músico que tocaba en el Cine Ideal de Montevideo para que plasmara sobre el pentagrama las notas del tema que había compuesto. La murga "La Cumparsita" la utilizó como tema oficial durante todo el carnaval. Cuando terminaron esas festividades, su autor se la llevó al director argentino Roberto Firpo, que actuaba en el Café La Giralda. Éste la retocó, convirtiéndola en tango (recuérdese que había nacido como una marcha), y para ello utilizó parte de un tango instrumental suyo, "La Gaucha Manuela", y luego la estrenó. Posteriormente, Matos Rodriguez vendió su composición, por unos pocos pesos, a la Editorial Breyer Hermanos, cometiendo así el error de su vida. En un comienzo, el tema fue un suceso, pero rápidamente cayó en el olvido. Sin la autorización de Matos Rodriguez, los autores argentinos Enrique P. Maroni y Pascual Contursi le agregaron una versificación y le cambiaron el título por el de "Si supieras..." (así comenzaba la letra), y la incluyeron en un sainete del que eran autores, denominado "Un programa de cabaret", que se estrenó en el Teatro Apolo, el 6 de junio de 1924. Esta versión es la que registró Carlos Gardel ese mismo año, para el sello discográfico Odeón, con el acompañamiento de las guitarras de Ricardo y Barbieri, comenzando así la historia del éxito de La Cumparsita. Las protestas de Matos Rodriguez fueron inmediatas, y creó otros versos para su composición musical, que comienzan con "La cumparsa...". Posteriormente, Maroni y Contursi reclamaron compartir con Matos Rodriguez los derechos de autor; esta controversia originó un largo litigio que se definió después de la muerte del último, cuando sus sucesores aceptaron el laudo judicial. Quizás ningún otro tango haya motivado tantos juicios y contra juicios como éste.

La Cumparsita fue incluída en el repertorio de casi todas las orquestas de los años '30 al '50, recibiendo distintos arreglos, pero la mayoría de los intérpretes aceptó como "oficial" la versión para bandoneones que escribió Luis Moresco, cuando comenzaba la década del '30.

Se detectó, también, otra letra para este tango, perteneciente a Alejandro del Campo; tuvo, además, una versión inglesa, escrita por Olga Paul en 1937, titulada "The Masked One".

Asimismo, una película que fue dirigida por Antonio Momplet, en la que actuó Hugo del Carril, ente otros, tomó su nombre original. También se conoció, en España, con el título de "La Cumparsita", el film de Enrique Carreras "Canción de arrabal", en el año 1961.

Hay quienes lo califican como "el tango de los tangos". Es, en realidad, uno de los tangos de mayor éxito a nivel nacional e internacional, el más grabado de todos los tiempos, el más representativo, el que todo el mundo reconoce de inmediato.


Si supieras

¡Si supieras
que aún dentro de mi alma
conservo aquel cariño
que tuve para ti...!
¡Quién sabe, si supieras
que nunca te he olvidado...!

Volviendo a tu pasado
te acordarás de mi...



Los amigos ya no vienen
ni siquiera a visitarme;
nadie quiere consolarme
en mi aflicción...
Desde el día que te fuiste
siento angustias en mi pecho...
¡Decí, percanta, qué has hecho
de mi pobre corazón...!



Sin embargo
yo siempre te recuerdo
con el cariño santo
que tuve para ti;
y estás dentro de mi alma,
pedazo de mi vida,
en la ilusión querida
que nunca olvidaré.



Al cotorro abandonado
ya ni el sol de la mañana
asoma por la ventana,
como cuando estabas vos...
Y aquel perrito compañero
que por tu ausencia no comía
al verme solo, el otro día
también me dejó.


Letra: Pascual Contursi y Enrique Pedro Maroni.
Música: Gerardo Hernán Matos Rodríguez





La Cumparsita

La cumparsa
de miseria sin fin
desfila
en torno de aquel ser
enfermo
que pronto ha de morir
de pena.
Por eso es que en su lecho
solloza acongojado
recordando el pasado
que lo hace padecer.


Abandonó a su viejita
que quedó desamparada
y loco de pasión,
ciego de amor,
corrió
tras de su amada,
que era linda, era hechicera
de lujuria era una flor-
que burló su querer
hasta que se cansó
y por otro lo dejó.


Largo tiempo
después, cayó al hogar
materno
para poder curar
su enfermo
y herido corazón
y supo
que su viejita santa
a la que había dejado
el inverno pasado
de frío se murió.


Hoy ya solo, abandonado
a lo triste de su suerte
amistoso espera la muerte
que bien pronto ha de llegar
y entre la triste frialdad
que lenta invade el corazón
sintió la cruda sensación
de su maldad.


Entre sombras
se le oye respirar
sufriente
al que antes de morir
sonríe
porque una dulce paz,
le llega...
Sintió que desde el cielo
la madrecita buena
mitigando sus penas,
sus culpas perdonó.


Letra y música: Gerardo H. Matos Rodríguez




Fuentes: "El diario del tango", Revista Noticias, Vol. 1; "Las mejores letras de tango", Héctor Ángel Benedetti, Editorial Planeta; "Todo tango", Jos´Gobello, Ediciones Libertador.

martes, 27 de enero de 2009

Yira, Yira.

Este tango fue incluído en dos películas. En la primera de ellas resulta sumamente interesante un diálogo, previo a la canción, mantenido entre Carlos Gardel y su autor, Enrique Santos Discépolo, en relación al contenido de la letra. Consistió en un cortometraje que fue una de las primeras filmaciones argentinas con sonido incorporado, rodada por Eduardo Morera, para los estudios de Federico Valle, en 1930, y se estrenó como "variedad sonora" el 3 de mayo de 1931 en el Cine Astral. El diálogo es el siguiente:

Gardel: "-Decime, Enrique....¿Qué has querido hacer con el tango 'Yira, yira'?"

Discépolo: "-Una canción de soledad y desesperanza...."

Gardel: "-¡Hombre!, así lo he comprendido yo."

Discépolo: " -Por eso es que lo cantás de una manera admirable."

Gardel: "-Pero, el personaje es un hombre bueno, ¿verdad?"

Discépolo: "-Sí; es un hombre que ha vivido la bella esperanza de la fraternidad durante cuarenta años. Y, de pronto, un día, a los cuarenta años se desayuna con que los hombres son unas fieras."

Discépolo relató, en una audición de LR3 -Radio Belgrano- emitida el 2 de octubre de 1947, que "Yira....Yira.... surgió tal vez como el más espontáneo, como el más mío de los tangos, aunque durante tres años me estuvo dando vueltas. Porque está inspirado en un momento de mi vida. Venía, en 1927, de una gira en la que nos había ido muy mal. Y después de trabajos, fatigas, luchas y contratiempos, regresaba a Buenos Aires sin un centavo. Me fui a vivir con mi hermano Armando a una casita de la calle Laguna. Allí surgió Yira,Yira, en medio de las dificultades diarias, de la injusticia, del esfuerzo que no rinde, de la sensación de que se nublan todos los horizontes, de que están cerrados todos los caminos. Pero en ese momento el tango no salió. No se produce en medio de un gran dolor, sino con el recuerdo de ese dolor."

Yira, Yira fue estrenado en la revista "¿Qué hacemos con el estadio?" en el Teatro Sarmiento de la ciudad de Buenos Aires, cantado por Sofía Bozán.

Constituyó (y sigue siéndolo) uno de los mayores éxitos de Discépolo.


Fuentes: "Las mejores letras de tango" de Héctor Angel Benedetti y "El diario del tango", editado por Revista Noticias, N° 25.






Cuando la suerte qu'es grela

fayando y fayando

te largue parao;

cuando estés bien en la vía,

sin rumbo, desesperao;

cuando no tengas ni fé,

ni yerba de ayer

secándose al sol;

cuando rajés los tamangos

buscando ese mango

que te haga morfar....

¡la indiferencia del mundo

-que es sordo y es mudo-

recién sentirás!


Verás que todo es mentira,

verás que nada es amor,

que al mundo nada le importa....

¡Yira!....¡Yira!....

Aunque te quiebre la vida,

aunque te muerda un dolor,

no esperes nunca una ayuda,

ni una mano ni un favor.


Cuando estén secas las pilas

de todos los timbres que vos apretás,

buscando un pecho fraterno

para morir abrazao....

Cuando te dejen tirao,

después de cinchar

lo mismo que a mí.

Cuando manyés que a tu lao

se prueban la ropa

que vas a dejar....

¡Te acordarás de este otario

que un día, cansao,

se puso a ladrar!....


Letra y música: Enrique Santos Discépolo.


miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sueño de barrilete

Relata su autora, Eladia Blázquez, al "Diario del Tango", editado por la revista "Noticias", en relación a su tango Sueño de Barrilete:

"Fue el primer tango que hice. Un día, una imagen callejera me caló tn hondo que llegué a casa y me puse a componer. Estaban unos chicos en la calle remontndo un barrilete y no me dejaban pasar. Recuerdo que los tuve que apartar, y me di vuelta a mirarlos porque ellos estaban absortos en lo suyo. Pibes (niños) con ojos lindos, con ojos de esperanza. Y allí me dije: ¡Qué linda idea, qué imagen! Pero yo no quería hacer un tango, quería hacer la idea del barrilete, pero al final quedó un tango. No podía ser otra cosa. El barrilete tiene esencia tanguera. No sé por qué el barrilete está tan unido a nuestro porteñismo, a nuestras cosas, a nuestro idioma cotidiano, a los sueños. Si bien existe en otros lugares del mundo, aquí tiene otro sabor, otro encanto. En España lo llaman cometa, pero barrilete suena más lindo.

Cuando traté de colocar el tema para que alguien lo grabara, nadie lo quiso hacer. Me dijero que no hacía falta innovar, que el tango se arreglaba muy bien como estaba. Y lo guardé. Es curioso: Hice la primera parte y el refrán y después lo dejé dormir. Un día, buscando canciones viejas no realizadas, lo volví a encontrar. Lo leí y dije: Sé, está bien, pero cuantas cosas se pueden decir... Entonces me puse a componer la segunda parte, justo un año después de haberlo empezado.

Ese tango, que es de 1957, vio la luz sólo diez años después, cuando Miguel Saravia lo llevó al disco. Más adelante Susana Rinaldi lo incorporó a su repertorio, constituyéndolo en una de sus grandes creaciones...".







Desde chico yo tenía en el mirar

esa loca fantasía de soñar,

fue mi sueño de purrete

ser igual que un barrilete

que elevándose a las nubes

con un viento de esperanza sube, y sube.



Y crecí en este mundo de ilusión,

y escuché sólo a mi propio corazón,

más la vida no es juguete

y el lirismo es un billete sin valor.


Yo quise ser un barrilete

buscando altura en mi ideal,

tratando de explicarme que la vida es algo más

que darlo todo por comida.

Y he sido igual que un barrilete,

al que un mal viento puso fin,

no sé si me faltó la fe, la voluntad

o acaso fue que me faltó piolín.





En amores sólo tuve decepción,

regalé por no vender mi corazón,

hice versos olvidando

que la vida es sólo prosa dolorida

que va ahogando lo mejor

y abriendo heridas, ¡ay!, la vida.



Hoy me aterra este cansancio sin final,

hice trizas mi sonrisa, mi ideal,

cuando miro un barrilete

me pregunto: ¿aquel purrete dónde está?





Letra y música: Eladia Blázquez.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Madame Ivonne


La letra de este tango (que se remonta al año 1933) es de Domingo Enrique Cadícamo y la música de Eduardo Gregorio Pereyra.

Madame Ivonne fue la última grabación que Carlos Gardel realizara en la ciudad de Buenos Aires, con sus guitarristas Pettorossi, Barbieri, Riverol y Vivas, antes de partir rumbo a Europa.
Julio Sosa grabó, en el año 1962, una de las versiones más conocidas de este tango, haciéndolo acompañado por la orquesta de Leopoldo Federico. Sosa comenzaba la mencionada grabación (que efectuara para la compañía discográfica CBS), con tal recitado introductorio: "Ivonne, yo te conocí en el viejo Montmartre, cuando el cascabel de plata de tu risa era un refugio para nuestra bohemia, y tu cansancio y su anemia no se dibujaban aún detrás de tus ojeras violetas... Yo te conocí cuando el amor te iluminaba por dentro, y te adoré de lejos sin que lo supieras y sin pensar que confesándote este amor podía haberte salvado... Te conocí cuando era yo un estudiante de bolsillos flacos y el París nocturno de entonces lanzaba al espacio, en una cascada de luces, el efímero reinado de tu nombre... Mademoiselle Ivonne...".

Hay quienes afirman que Ivonne era, en la vida real, la dueña de una pensión barata en Montevideo, en la que se alojaba el compositor Eduardo Pereyra (autor de la música de este tango).



Mademoiselle Ivonne era una pebeta

en el barrio posta del viejo Montmartre.

Con su pinta brava de alegre griseta

animó las fiestas de Les Quatre Arts.

Era la papusa del Barrio Latino

que supo a los puntos del verso inspirar,

pero fue que un día llegó un argentino

y a la francesita la hizo suspirar.



Madame Ivonne,

la Cruz del Sur fue como un sino;

Madame Ivonne,

fue como el sino de tu suerte...

Alondra gris,

tu dolor me conmueve;

tu pena es de nieve,

Madame Ivonne...



Han pasado diez años que zarpó de Francia,

Mademoiselle Ivonne hoy es sólo "Madame";

la que al ver que todo quedó en la distancia

con ojos muy tristes bebe su champán...

Ya no es la papusa del Barrio Latino;

ya no es la mistonga florcita de lis...

ya nada le queda de aquel argentino

que entre tango y mate la alzó de París.


Letra: Domingo Enrique Cadícamo
Música: Eduardo Gregorio Pereyra

Fuimos

Es un tango de gran contenido poético, que describe la historia de una pareja que se ama, más allá de las circunstancias que tornan inconveniente la continuidad de la relación.

Su letra sugiere un amor tortuoso, apasionado, que genera sufrimientos y dolor en los protagonistas del relato. Un amor que no parece encontrar otra alternativa que el mismo renunciamiento a la pareja, concebido como un acto extremo y demostrativo de la profundidad del sentimiento que une a sus miembros.

El autor recurre a una sucesión de metáforas procurando transmitir la desazón, la pena, la atribulación, la puja interior que experimenta quien intenta poner fin a una relación amorosa, aparentemente predestinada a concluir... Logra su objetivo, comunicando con intensidad al lector o al oyente de este tema, la ambigüedad de emociones y sentimientos encontrados que caracterizan la situación que relata en el tema.




Fue grabado por Osvaldo Pugliese con Roberto Chanel, el 28 de marzo de 19467, para la compañía discográfica Odeón. Pocos días después - más precisamente, el 10 de abril del mismo año-, hizo lo propio para "Victor", Aníbal Troilo y su orquesta típica, con la interpretación vocal de Alberto Marino. A mediados de dicho año (el 26 de julio de 1946), grabó "Fuimos", para la misma discográfica, la orquesta de Osvaldo Fresedo con el vocalista Oscar Serpa, y en setiembre del mismo año, lo hizo María de la Fuente para "Odeón". También en el año 1946, lo grabó Carmen del Moral con la orquesta de Porfirio Díaz, para "Victor" de Chile.

Hay quienes afirman que ciertos momentos de este tango, llevan a considerar a Homero Manzi (autor de su letra), como uno de los grandes poetas argentinos de todos los tiempos.
("Las mejores letras de Tango", Héctor Ángel Benedetti).













Fui como una lluvia de cenizas y fatigas
en las horas resignadas de tu vida.
Gota de vinagre derramada
fatalmente derramada sobre todas tus heridas.
Fuiste, por mi culpa, golondrina entre la nieve,
rosa marchitada por la nube que no llueve.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza,
que no puede vislumbrar la tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora,
que no reza, que no llora, que se echó a morir.

¡Vete...!
¿No comprendes que te estás matando?
¿No comprendes que te estoy llamando?
¡Vete...!
No me beses, que te estoy llorando
y quisiera no llorarte más...
¿No ves...?
Es mejor que mi dolor quede tirado con tu amor,
librado de tu amor final...
¡Vete...!
¿No comprendes que te estoy salvando?
¿No comprendes que te estoy amando?
No me sigas, ni me llames, ni me beses,
ni me llores, ni me quieras más...

Fuimos abrazados a la angustia de un presagio
por la noche de un camino sin salidas.
Pálidos despojos de un naufragio
sacudidos por las olas del amor y de la vida.
Fuimos empujados en un viento desolado,
sombras de una sombra que tornaba del pasado.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza,
que no puede vislumbrar la tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora,
que no reza, que no llora, que se echó a morir...


Letra: Homero Manzi
Música: José Dames