Discos viejos

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domingo, 2 de agosto de 2009

Historia Sonora del Tango. Horacio Ferrer


En el año 1965, la Editorial Teoman publicó -dentro de la colección Historia Sonora de la Música- la Historia Sonora del Tango, de Horacio Ferrer. Este autor realizó la introducción a dicho volumen, titulada 'El tango', en los siguientes términos: "El tango se cuenta entre las manifestaciones más divulgadas y características de nuestro tiempo....y ha sido siempre inequívocamente y legítimamente asociado a las sucesivas y diferentes etapas de la vida espiritual rioplatense. El Tango es: 1) En cuanto música, una especie popular -no folklórica- definida rítmicamente en compás binario de 4/8. Por oposición al concepto de música improvisada, el tango es música compuesta. 2) Configura, también, una canción, cuando esa música así plasmada se combina con verso. 3) El tango constituye, a la vez, y sobremanera, un arte interpretativo, con no pocas leyes estéticas propias, tanto en el plano instrumental como en el vocal, así en la interpretación solista como en la de carácter colectivo. 4) Coreográficamente, es el tango una danza de pareja abrazada, ciclo de danzas cuya creación le pertenece. 5) Por último y en conjunto -música, canción, arte interpretativo y danza- es, temperamentalmente hablando, como un estado de ánimo propio del área cultural rioplatense. Su centro creador ha estado y está en Buenos Aires, con importantes proyecciones en Montevideo, Rosario de Sta. Fé, La Plata, Córdoba y hasta el sur de Brasil. Comporta pues, el tango, un grupo de artes reunidas bajo un mismo rótulo. Excluído de la vida social en sus orígenes, durante muchos años fue también ignorado en el estudio y la valoración de la cultura rioplatense....es muy cierto que se lo ha subestimado, pero no lo es menos que, en numerosas ocasiones....se lo ha exaltado más allá de sus merecimientos. Es una mística. Pero lo que, en definitiva no puede ponerse en tela de juicio, es que el tango ha estado y está ahí, en el café o en el teatro, en los intrumentos de una orquesta, en la voz de un cantor o, más humildemente, en un silbido callejero....Y ese estar y haber estado involucra tácitamente, una historia."


A continuación de ese prólogo, Horacio Ferrer realiza, en las páginas siguientes, una revisión sucinta de la historia del tango, mencionando en orden cronológico los momentos y elementos más significativos de este género musical y de los artistas que contribuyeron a su desarrollo, desde sus orígenes. El volumen estaba acompañado por una banda de sonido, con el objeto de ilustrar al lector, sobre las distintas épocas por las que fue transitando el tango, desde los remotos "tangos sarzueleros" anteriores a 1880 hasta lo que el autor consideraba las modernas concepciones del género.


Ferrer concluye esta introducción, destacando su objetivo de que el lector lograse "....sentir el recuerdo -o la presencia viva- de los hombres y mujeres que, con esfuerzo y con talento, unas veces con ínfimos aportes y otras con rasgos hasta geniales, han contribuido a plasmar y a llevar adelante esta expresión artística -el tango- de la que nadie puede decir que sea la más linda del mundo, pero a la que nadie puede negar el derecho de contarse entre las manifestaciones más genuinas y representativas de nuestro siglo."




Fuente: "Moriré en Buenos Aires - Vida y obra de HORACIO FERRER - Antología de sus tangos, su teatro lírico, su poesía, su prosa - 1951-1991", Tomo III, Manrique Zago Ediciones, página 127/131.

sábado, 14 de febrero de 2009

Compadre, compadrito, compadrón y malevo

Horacio Salas, en su libro "El tango" relata que en los primeros años de surgimiento de este género musical, adquirieron importancia cuatro personajes emblemáticos de la población porteña de los primeros años del siglo XX: el compadre, el compadrito, el compadrón y el malevo.
Marcos Aguinis, en "El atroz encanto de ser argentinos", de un modo sencillo y gráfico, hace una reseña descriptiva de cada uno de esos personajes.
Así, explica que el compadre era el hombre prestigioso por su coraje y su mirada. Refiere que Jorge Luis Borges (gran escritor argentino) amaba a este personaje, que estaba presente en muchos de sus relatos. El compadre encarnaba a la justicia frente al accionar de la policía (que los ciudadanos consideraban arbitrario), resaltando la contradicción que parecía existir entre las leyes oficiales y su aplicación deforme. Se comportaba como un hombre de honor y de palabra. Vestía de negro y los únicos contrastes que se permitía eran el lengue (pañuelo) blanco con la inicial bordada y una chalina de vicuña sobre los hombros. No estilaba descargar puñetazos; su arma era un facón acortado en cuchillo, que mantenía bajo la ropa, pero en actitud alerta. Despreciaba el trabajo, al igual que el hidalgo, el conquistador y el gaucho. Se batía a muerte si le miraban a su mujer, como en los dramas de Calderón. Se contorneaba al caminar, evocando el minué (paso que modernizó e incorporó al tango). Aventaba la ceniza del cigarrillo con la uña del dedo meñique, con afectación de gentilhombre. Era normal que alquilara sus servicios a algún partido político y realizaba las tareas encomendadas, con total lealtad. Generalmente vivía sólo y era tan parco para hablar, que generaba miedo, además de incógnita.
El compadrito, tal como se infiere de la misma palabra, era menos en todo con relación al compadre; lo imitaba, pero mal. Mientras que el compadre se imponía por su mera presencia y su conducta lineal, el compadrito suplía sus limitaciones utilizando un lenguaje vil y con aires de fanfarrón o "chanta"; se desvivía por hacerse notar, y por esa razón exageraba sus ademanes y vestuario y se rodeaba de adulones; buscaba pendencia, pero elegía adrede a hombres que no sabían pelear, generalmente bien vestidos, a quienes envidiaba, considerando que al humillarlos en la disputa, aumentaría su prestigio. Pese a su autoelogio, su pelo perfumado y sus "aires de bacán", la gente no lo apreciaba ni respetaba. Cuando caía en apuros no dudaba en desenfundar el revólver, actitud de miedoso que jamás hubiera protagonizado el compadre. Para ganar dinero no alquilaba sus servicios al comité político, donde había riesgo y lealtad, sino que prefería el camino más cómodo y seguro de convertirse en "cafiolo" o rufián: conquistaba y sometía a dos o más mujeres, que trabajaban para él; a veces se enamoraba de una e ellas. En el tango "Mi noche triste", el compadrito llora a la "percanta" que lo "amuró" (la ramera que lo abandonó).
El compadrón ocupaba un peldaño más bajo aún; era ventajero, cobarde y desleal. Ganaba dinero como soplón de comisarías. Traicionaba a su familia, sus amigos y su barrio por una moneda. Empilchaba hasta el grotesco y voceaba virtudes inexistentes; la mentira era su constante.
El malevo representaba la degeneración absoluta; ni siquiera su nombre deriva de la raíz padre o compadre, como los anteriores. Abusaba de mujeres, niños, viejos y cuanto ser débil se cruzara por su camino. Huía ante la amenaza de una pelea; se burlaba de los que se asustaban cuando llegaba la policía a un conventillo, pero se escondía a la hora de la requisa. Era un indeseable en todos lados, salvo en los sainetes, único sitio donde se lo quería porque hacía reir.
Todos estos personajes ciudadanos ingresaron, luego, en el tango, tal como sobradamente demuestran numerosos temas; hay letra, ritmo y danza para cada uno de ellos.
Fuente: "El atroz encanto de ser argentinos", Marcos Aguinis, Editorial Planeta.

martes, 13 de enero de 2009

Sábato y "la argentinidad del tango"


"Los millones de inmigrantes que se precipitaron sobre este país en menos de cien años, no sólo engendraron dos atributos del nuevo argentino, que son el resentimiento y la tristeza, sino que prepararon el advenimiento del fenómeno más original del Plata: el tango. Este baile ha sido sucesivamente reprobado, ensalzado, satirizado y analizado, pero Enrique Santos Discépolo, su creador máximo, da lo que yo creo la definición más entrañable y exacta: Es un pensamiento triste que se baila.

Carlos Ibarguren afirma que el tango no es argentino, que es simplemente un producto híbrido del arrabal porteño. Esta afirmación no define correctamente al tango, pero lo define bien a Carlos Ibarguren. Es claro: tan doloroso fue para el gringo soportar el rencor del criollo como para éste ver a su patria invadida por gente extraña, entrando a saco en su territorio y haciendo a menudo lo que André Gide dice que la gente hace en los hoteles: limpiándose los zapatos con las cortinas.

Pero los sentimientos genuinos no son una garantía de razonamientos genuinos sino, más bien, un motivo de cuarentena; un marido engañado no es la persona en mejores condiciones para juzgar los méritos del amante de su mujer. Cuando Ibarguren sostiene que el tango no es argentino y sí, un mero producto del mestizaje, está diciendo una considerable parte de verdad, pero está deformando el resto de la pasión que lo perturba. Porque si es cierto que el tango es un producto del hibridaje, es falso que no sea argentino, ya que para bien o para mal, no hay pueblos platónicamente puros, y la Argentina de hoy es el resultado -muchas veces calamitoso, es verdad- de sucesivas invasiones, empezando por la que llevó a cabo la familia de Carlos Ibarguren a quien, qué duda cabe, los Cafulcurá deben mirar como a un intruso y cuyas opiniones deben considerar como típicas de un pampeano improvisado.

Negar la argentinidad del tango, es un acto tan patéticamente suicida como negar la existencia de Buenos Aires. La tesis autista de Ibarguren aboliría de un saque al puerto de nuestra Capital, sus rascacielos, la industria nacional, sus toros de raza y su poderío cerealista. Tampoco habría gobierno, ya que nuestros presidentes y gobernadores tienen la inclinación a ser meros hijos de italianos o vascos o productos tan híbridos como el propio tango. Pero qué digo: ni siquiera el nacionalismo soportaría la hecatombre pues habría que sacrificar a los Scalabrini y los Mosconi.".

Párrafo extraído del libro "Tango, discusión y clave" de Ernesto Sábato, que fuera publicado por el mismo escritor en el volumen 3 de "el Diario del TANGO", suplemento anexo a la edición 1008 de la Revista Noticias.








Algunos datos de importancia:
Ernesto Sábato: Reconocido escritos argentino, nadido en la, provincia de Buenos Aires, en 1911. Hizo su doctorado en física y cursos de filosofía en la Universidad de La Plata. Trabajó luego en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura. Ha escrito varios libros de ensayos sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo y sobre el sentido de la actividad literaria -El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1979)-, y tres novelas: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961), y Abbadón el exterminador (1974). (Fuente: http://www.literatura.org/).
Tango, discusión y clave: Ensayo publicado por Sábato en el año 1963. Editorial Losada.
Carlos Ibarguren: Escritor, historiador y jurisconsulto argentino (1877-1956), interesado por el estudio y la práctica de todas las disciplinas humanísticas; cursó estudios superiores de Derecho, pero se especializó también en la investigación histórica del pasado argentino. En su faceta de escritor, Carlos Ibarguren cultivó el género ensayístico, ocupándose de la recuperación y el estudio del pasado reciente de su pueblo.
André Gide: Escritor francés (1869-1951).

Cafulcurá: Cacique araucano. Líder de uno de los pueblos que habitaron originariamente este país, que resistió la conquista de sus tierras, en la pampa argentina, por los "blancos".



jueves, 9 de octubre de 2008

Primera época



Es el período comprendido entre 1880 y los comienzos del siglo XX.


Para Roberto Selles (especialista en la temática), todo indicaría que los primeros tangos aparecieron hacia 1880, aunque tales melodías diferían mucho del tango tal como se conoce en la actualidad, el que recién comienza así a estructurarse, una década después; esto es, en 1890.


El primero de los tangos evolucionados del que se tiene noticia es El Talar (1894).

Entre las principales obras de este período pueden citarse:



  • Tango de la casera o de los merengazos (anónimo, 1880).
  • Detrás de una liebre iba (anónimo, 1880).
  • Andáte a la Recoleta (anónimo, 1880).
  • Señor Comisario (anónimo, 1880).
  • El porteñito (Gabriel Diez, 1880).
  • El Queco o Ke-Ko (anónimo, atribuido a Lino Galeano, 1880).
  • Dame la lata (Juan Pérez, 1888).
  • El talar (Prudencio Aragón, 1894).
  • El entrerriano (Rosendo Cayetano Mendizábal, 1897).
  • Don Juan -El Panzudo- (Ernesto Ponzio, 1898).


lunes, 6 de octubre de 2008

Definición y etimología de la palabra tango


El Diccionario de la Real Academia Española (vigésima primera edición, tomo II, página 1940), proporciona las siguientes acepciones de la palabra tango : "(posible voz onomatopéyica). Fiesta y baile de negros o de gente del pueblo en algunos países de América. 2 Baile argentino, difundido internacionalmente, de pareja enlazada, forma musical binaria y compas de dos por cuatro. 3 Música de este baile y letra con que se canta".
En cuanto a su etimología, aunque se aplica a músicas de muy distinto carácter y forma, tango es una palabra cuyo origen responde al mismo fenómeno histórico: el trasiego cultural entre España y América. De raigambre africana, proviene del comercio de esclavos, según historiadores como José Gobello y Ricardo Rodríguez Molas. En algunas lenguas africanas, designaba el lugar donde se reunía a los negros lugareños para embarcarlos como esclavos. El término tangomao era un africanismo de la lengua portuguesa y quería decir 'hombre que trafica con negros'.
En América, por extensión, se llamó tangos a los sitios en que la población negra se reunía para bailar y cantar, y por el mismo proceso de ampliación verbal, a toda la música que se tocaba en ellos. El
parecido con el término tambor ha hecho pensar que se trataba de una deformación de esta palabra, ya que tambor fue, asimismo, en los siglos XVIII y XIX, un lugar de baile en distintos países de Hispanoamérica ("Tango." Microsoft® Encarta® 2007 [DVD]. Microsoft Corporation, 2006).

Para otros, la palabra tango representa una onomatopeya (tal como lo contempla la Real Academia Española). Tango singinificaría, entonces, el sonido del tambor, que habría sido utilizado en el tango temprano. Sin embargo, el tambor no constituye un instrumento típico de este género musical. Violín, guitarra y flauta fueron exponentes de la música temprana del tango. Posteriormente, se incorporó también, el bandoneón alemán, que con los años se transformo en un verdadero símbolo de esta música. Todo ello sindica como poco probable que el término en cuestión derive, onomatopéyicamente, del sonido del tambor.

domingo, 5 de octubre de 2008

Orígenes

En la década de 1850 se arraigó en Buenos Aires la habanera cubana, la que fuera difundida en los ambientes de la ribera por los marineros que hacían ruta comercial entre el Río de la Plata y las Antillas.

Durante la década de 1860, la habanera fue transformánse, gradualmente, en milonga.

A comienzos de la década de 1880, la milonga ocupaba un lugar destacado en el gusto popular. El auge de la milonga fue rápidamente captado por los payadores y por los empresarios de circos, teatros y peringundines, que la amalgamaron con las "piezas fuertes" de sus epectáculos habituales.

Esta década de 1880, produjo una milonga bailada, una cantada y con amplio circuito de difusión a través de los populares payadores (que cantaban en circos, fondines, comités y reuniones particulares) y una milonga espectáculo, concebida especialmente para las primitivas representaciones del circo criollo.

La milonga se encuentra presente en la génesis del tango, hasta que finalmente decantó en la forma particular que ostenta el tango rioplatense.

En general, es aceptada como probablemente veraz, una generalogía y una cronología que arranca con la habanera, pasa por la milonga y culmina con el tango. Algo así como un proceso de adaptación progresiva que se produjo en el Río de la Plata, en poco más de tres décadas.

(Extraído de "Historia del Tango. Sus orígenes", Editorial Corregidor, 1a. edición, noviembre de 1976, Tomo I, páginas 13 a 21).