Discos viejos

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domingo, 1 de febrero de 2009

El varón del tango

Julio María Sosa nació el 2 de febrero de 1926 en Las Piedras, un pueblo uruguayo situado a 26 kilómetros de la ciudad de Montevideo -capital de la República Oriental del Uruguay-, en un hogar muy humilde.
Su trayectoria profesional comenzó como estribillista de una modesta orquesta de su pueblo natal, que alternaba tangos con jazz y algo de folklore: El Septimio de Carlos Gilardoni, violinista; durante todo el tiempo que estuvo en esta agrupación, Sosa consiguió elegir los temas a cantar, denotando siempre una inclinación hacia el repertorio gardeliano.
Cuando se desvinculó de Gilardoni, fue contratado por el pianista Hugo Di Carlo; ello le significó el acceso a escenarios más importantes, ya en la ciudad de Montevideo. Por esos años, utilizaba el seudónimo de Alberto Ríos. Simultáneamente, entre junio de 1948 y enero de 1949, grabó por primera vez en su vida, como vocalista del Cuarteto del bandoneonista Luis Caruso, dejando cinco registros para el sello Sondor, de Montevideo, que testimonian las condiciones vocales del Sosa veinteañero, con una voz menos grave.
En ese mismo año (1949), viajó a Buenos Aires, con el propósito de que Joaquín Do Reyes -un director de orquesta muy popular en ese tiempo-, le tomara una prueba; sus amigos le habían explicado qué tranvía debía tomar cuando desembarcara en Buenos Aires y le habían hecho las conexiones para que el director lo escuchara pero, luego de oírlo, Do Reyes no lo incorporó a su conjunto porque no le gustó su estilo.
Al poco tiempo fue contratado para cantar, acompañado por dos guitarras, en el Café Los Andes, en Buenos Aires, por la comida y unos pocos pesos, pero esto le sirvió para que un autor de letras lo presentara a Enrique Francini y Armando Pontier, que por entonces tenían la orquesta más audaz que triunfaba en la calle Corrientes. Debutó con ellos actuando en el Cabaret Picadilly, un lugar donde se iba a bailar. El espaldarazo definitivo se lo dio Enrique Santos Discépolo, que una noche concurrió a ese cabaret y Sosa le dedicó el tango "Dicen que dicen" (de Ballesteros y Delfino): al terminar su interpretación, Discépolo se acercó al escenario, conmovido, y le manifestó: "¡Pibe, si lo hacés mejor, te juro que está mal!". Julio Sosa no recibió, ni antes ni después, un elogio mayor. Su primer registro discográfico con la orquesta de Francini y Pontier fue en agosto de 1949, en el sello RCA Víctor, cantando a dúo con Alberto Podestá. Siguieron luego, catorce temas más.
En los primeros meses de 1953, el pianista Francisco Rotundo lo tentó para integrar su orquesta; en la misma, siguió con un repertorio similar al de Francini - Pontier, pero su voz no se encontraba en perfectas condiciones en esa etapa, por una afección en las cuerdas vocales. No obstante ello, grabó con Rotundo doce registros para el sello Pampa -subsidiario de Odeón-, entre ese año y 1955.
En el interín, debió operarse de pólipos en las cuerdas vocales, reapareciendo como un cantor de voz más grave, y con el timbre que se convertiría, tiempo después, en su sello personal.
A mediados de 1955, pasó a ser cantante de Armando Pontier, quien ya no formaba rubro con Francini. Se convirtió también, en socio de esta orquesta, lo que le proporcionó una excelente oportunidad para poder decidir con mayor libertad qué cantar, y así estabilizar definitivamente su repertorio. Al respecto, Julio Sosa se caracterizó por una selección inteligente, capaz de poner otra vez en vigencia, obras completamente olvidadas. Con Pontier llegó su consagración definitiva, y comenzaron a grabar juntos para el sello RCA Víctor, ese mismo año.
Julio Sosa no fue un cantante mesurado, sino que, por el contrario, efectuaba adornos, agregados, cambios de palabras a las letras originales, breves murmuraciones, alguna risa irónica y otras exclamaciones, que lo mostraban como alguien que estaba 'protagonizando' cada tango. Por estos años, además, comenzó a dar especial preponderancia a temas que valorizaban y hacían culto de la masculinidad, como "Brindis de sangre" y "Guapo y varón", por ejemplo; esta característica fue potenciándose en los años subsiguientes y le valió el apodo de 'El varón del Tango'; encarnaba un modelo diferente de cantor, capaz de entablar relaciones de afecto, desde el escenario, con cada público.
Se independizó de la orquesta de Pontier en 1961, en uno de los momentos históricos más críticos para el tango. A diferencia de la tendencia que seguían los cantores de esa época -de lanzarse solos o acompañados por unos pocos músicos-, Sosa se asoció con el bandoneonista Leopoldo Federico, quien con su orquesta, lo acompañó hasta su muerte, en los años de mayor expansión y crecimiento del cantante; juntos, efectuaron sesenta grabaciones.
Filmó la película "Buenas noches, Buenos Aires", con Hugo del Carril y escribió un libro de poemas titulado "Dos horas antes del alba"; también hizo presentaciones televisivas y llenó inmensos auditorios, tanto en Buenos Aires como en el interior del país.
Julio Sosa falleció el 26 de noviembre de 1964, en un accidente automovilístico, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, a los 38 años, y en la cima de su carrera artística. Su muerte causó una conmoción generalizada en el público, apenas fue conocida, y miles de personas lo despidieron en el Cementerio de La Chacarita.
Dejó ciento cuarenta y dos temas grabados, en su breve carrera musical y consiguió, en tanto corto tiempo, conquistar el cariño popular y una admiración rayana a la idolatría.

Fuente: "Tango de Colección", vol. 8, Clarín.



miércoles, 28 de enero de 2009

El día del "Polaco"



Roberto Goyeneche nació el 29 de enero de 1926, en el barrio de Saavedra, Buenos Aires, donde vivió hasta su muerte. Cursó la escuela primaria en un instituto de su barrio y, luego de capacitarse como dactilógrafo, consiguió su primer empleo, como secretario de un estudio jurídico. Su madre, María Elena Costa, era fanática de Carlos Gardel, y le transmitió, desde chico, su pasión por el tango; su tío Roberto Goyeneche, era pianista y compuso algunos tangos, como "De mi barrio", "El metejón", "Yo te perdono", "Pompas", que él interpretó años después.


Su apodo, "el Polaco", hace alusión a una referencia cariñosa, por sus ojos azules y pelo rubio, y nació en los viejos cafés de su barrio, prolongándose hasta su muerte. En la adolescencia era asiduo concurrente a un club de Saavedra, El Tábano, por donde desfilaron, en los años 40, las orquestas más conocidas del momento.


Su camino en la música comenzó en 1944, cuando se inscribió y ganó un concurso cuyo primer premio era un contrato como vocalista en la orquesta del violinista Raúl Kaplún, con la que debutó en Radio Belgrano y permaneció en dicho conjunto durante seis años.


En dicho momento, cuando Roberto Goyeneche se inició como cantor, transcurría una de las etapas más prósperas y fértiles en la historia del tango; comenzó su carrera profesional en la dorada década del 40, cuando se destacaban directores de orquesta como Di Sarli, Pugliese, D'Arienzo, Troilo, etc.. En ese período, el cantor era una figura compenetrada con la orquesta, un instrumento más, tan atento como los músicos a los requerimientos rítmicos del baile que se desarrollaba en las pistas de clubes, salones y cabarets.


En 1948 se casó con Luisa, a quien había conocido en las veladas tangueras de El Tábano cuando ella tenía catorce, y él, diecisiete años; tuvieron dos hijos: Roberto y Jorge.


Paralelamente a su desempeño en la orquesta de Kaplún, necesitó otro empleo; primero manejó un taxi y luego un colectivo. Una madrugada de 1951, mientras conducía un coche de la línea 219, cantando "Mano a mano", fue escuchado por el representante artístico de Horacio Salgán, quien lo recomendó para hacer una prueba, en la orquesta de dicho pianista, que estaba considerada como una de las más inspiradas y, a la vez, resistidas de la época. Luego de escucharlo cantar, Salgán lo contrató de inmediato y debutó en su orquesta, la misma noche de aquel primer encuentro, ejerciendo una innegable gravitación en el desarrollo del estilo del cantor. En esta agrupación fundamental, compartió como vocalista de la orquesta, con Alfredo "el Paya" Díaz, quien también influyó decisivamente en Goyeneche -ya que aquel era un intérprete experimentado- y fue él quien lo rebautizó, esta vez en la faz artística, con el sobrenombre de "Polaco".


Goyeneche dejó la orquesta de Salgán como un intérprete consumado, y en el año 1956 fue convocado por Aníbal Troilo, para integrar su orquesta; transcurrió en esta agrupación, siete años, que fueron fundamentales para su consagración definitiva. Fue el mismo Troilo quien lo alentó a lanzarse como solista, y la relación entre ambos se mantuvo mucho más allá del período que Goyeneche pasó en su conjunto, prolongándose a través de sucesivos reencuentros, y en la frecuentación del repertorio de su orquesta y en la estrecha sociedad con sus músicos, ya que grabó muchos temas con ellos.


En los años 60, y con la experiencia adquirida en las orquestas de Salgán y Troilo, comenzó la carrera de Goyeneche como solista, elaborando sus propias reglas en el canto, y construyendo un estilo que no reconoció herencias ni dejó herederos.


Grabó numerosos discos, acompañado por las orquestas de Francini - Pontier, Baffa -Berlingieri, Cabarcos, Stazo - Cupo -Monteleone, Requena, Grela, la Orquesta Típica Porteña, Roberto Pansera, Osvaldo Pugliese, Atilio Stampone, el Sexteto Tango y Astor Piazzolla, entre otras; amplió su repertorio e interpretó tangos que, con el tiempo, se constituyeron en clásicos, como "Che, bandoneón", "María" y "Garúa"; actuó frecuentemente en "El Viejo Almacén" y en "Caño 14", junto al cuarteto de Héctor Stamponi.


En 1984 participó del espectáculo "Tango Argentino", que se presentó en múltiples escenarios americanos y europeos. También, en esos años, actuó en las películas "El exilio de Gardel" y "Sur", dirigidas por Fernando "Pino" Solanas.


Roberto Goyeneche falleció en agosto de 1994, en Buenos Aires, víctima de transtornos hepáticos y respiratorios. Para muchos, con él murió el último mito viviente del tango popular argentino.


Desde una perspectiva histórica, es necesario valorar a Goyeneche como uno de los contados cantantes que consiguió escapar de la influencia gardeliana, quizás, precisamente, por su gran admiración por Gardel.


Son muchos quienes sostienen que cuando se escucha un tango cantado por "el Polaco", se siente vivir la música de Buenos Aires, con ese fraseo "casi bandoneonístico" -como lo describió Horacio Ferrer-, con esa forma tan particular de cantar "hasta los puntos y las comas" -como certeramente lo definiera Aníbal Troilo-. La esencia de su canto estaba en los tiempos, en los espacios y en el sentimiento. Fue un fabricante de climas y atmósferas, que le daba el significado justo y vida a cada palabra de los temas que interpretaba, haciéndolo con toda la pasión, la tristeza, la nostalgia y la melancolía que el tango transmite. Se decía que así lograba "entablar un pacto de complicidad con el público".


Fue un artista excepcional, que creó un estilo y un acento diferente con su intensa voz de barítono; emitía, cantando, los sentimientos de su amada ciudad, con sus cortes y sus titubeos.


Fuentes: "Tango de Colección" (Clarín), Vol. 1; "Grandes del Tango", Revista Pronto.


lunes, 19 de enero de 2009

Adiós, Enrique!

Enrique Rodríguez Acha, nació en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires (a 60 kilómetros de la Capital Federal), el 8 de mayo de 1935.

Comenzó su carrera artística cantando jazz con la orquesta Dixieland, adoptando por entonces el nombre de Hugo Randall que, a posteriori, reemplazó por el de Enrique Dumas.

Cuando contaba con 20 años de edad, debutó en el tango en Radio Splendid, con la orquesta típica de Carlos Figari, a la que perteneció por años, actuando con dicho conjunto en distintos escenarios.
Fue, además, una presencia estelar en la vieja confitería Adlon, en dúo con Héctor Omar y, a partir del año 1958 se convirtió en uno de los pioneros en llevar el tango a la incipiente televisión argentina, donde actuó en programas como "Esquina de Tango" (con Figari, por Canal 7), "Yo te canto, Buenos Aires", y "La familia Gesa" (con Virginia Luque -también cantante de tangos-).

Alcanzó la popularidad en la década de 1960, cuando una nueva generación de voces varoniles, capitaneada por Julio Sosa, trató de rescatar al tango del embate de la llamada "nueva ola" musical y de la declinación de los locales de baile de música ciudadana.
Era un cantante que no escatimaba amplias sonrisas, de gran apostura, y parte de su fama se debía a las revistas del corazón, que cubrieron con gran detalle su noviazgo y casamiento con la conductora Colomba. La pareja tuvo tres hijos y con los años se separó, pero el cantante siguió con su estilo viril y enfático, con un fraseo que solía caer en el sentimentalismo, como era apreciable en el ciclo "Grandes valores del tango", por Canal 9, conducido por Silvio Soldán.
Su fama y su innegable prestancia lo animaron a intentar la actuación, y la primera vez que pisó un escenario teatral fue en "Aquí está la vieja ola y esta vez no viene sola", cuyas cabezas de compañía eran la recordada Olinda Bozán y Alberto Anchart. También fue convocado para la comedia musical "La muchachada del centro", con José Marrone; cantó con la orquesta de Mariano Mores y compartió escenarios con figuras como Virginia Luque, Mirtha Legrand, Susy Leiva y Néstor Fabián. Personificó a Santos Vega en la obra "La guitarra del diablo", en el Teatro General San Martín; protagonizó "El conventillo de la Paloma", de Alberto Vacarezza, junto a Pepita Muñoz y Marcos Caplán; participó del espectáculo "Aplausos", junto a Libertad Lamarque y Juan Carlos Thorry, y actuó en "Tangos en El Dante", junto al bandoneonista y compositor Aníbal Troilo. Realizó numerosas presentaciones teatrales con figuras de la talla de Héctor Gagliardi, Tito Lusiardo, Beba Bidart y la dupla Horacio Salgán-Ubaldo de Lío.
En 1966, fue convocado por Ben Molar para su producción fonográfica "14 con el Tango", en la que interpretó los temas "Bailate un tango, Ricardo" y "En qué esquina te encuentro, Buenos Aires", ambos perfectamente representativos de su estilo vocal.
Entre las innumerables giras internacionales que cumplió el artista, se recuerda su viaje a Japón con la orquesta del bandoneonista Carlos Galván, que tuvo enorme repercusión en aquel país y le retrotrajo recuerdos de la película "Viaje de una noche de verano" (1965), donde cantó junto a los tangueros nipones Ranko Fujisawa e Ikuo Abo.
Su obra discográfica es extensa. Registró alrededor de una docena de volúmenes. Entre ellos se destacan: “Dumas canta a Mores”, “El porteñísimo” e “Historiando tangos”, con Roberto Pansera (para el sello Polydor); “El que canta es mi papá” (Polydor); “Alma de bohemio”, con el Sexteto Mayor (Diapasón); “De rompe y raje”, con Osvaldo Requena (Microfón); “El firulete”, con Alberto Di Paulo (Magenta) y “Tangos con sus grandes valores”, con Luis Stazo (Diapasón).
Su estampa de varón tanguero fatigó escenarios musicales y teatrales durante más de 50 años y casi puede decirse que se despidió cantando. No fue en una milonga porteña ni en una de esas giras maratónicas que solían tener escalas en París y en Japón. Fue en el Festival de Doma y Folklore que se realiza anualmente (desde hace 44 años) en la localidad cordobesa de Jesús María, donde Enrique Dumas interpretó sus tangos favoritos por última vez.
Dumas subió al escenario José Hernández del mencionado Festival, en la madrugada del sábado 17 de enero de 2009 (en la que terminó resultando su última actuación), como primera figura del espectáculo de tango que, con la conducción de Silvio Soldán, presentó en esta edición el Festival de Jesús María, en la que se denominó "la noche del tango". El cantante interpretó, en la ocasión, “Zamba de mi esperanza” -quizá como homenaje al folklore del interior-, “El conventillo” , “Garúa”, “La última curda”, “La última copa” y “Adiós Pampa mía”.

Nadie (ni siquiera él) podía imaginar que, cuando se despidió del público de Jesús María, con una sonrisa y agradeciendo los aplausos, estaba diciendo adiós para siempre. Al día siguiente, fue el propio Silvio Soldán quien anunciara públicamente su muerte.
Fuentes: TELAM (Agencia Argentina de Noticias) -19/01/2009-, Diario "La Nación" y Diario "Pagina 12" de la misma fecha, http://www.todotango.com/, http://www.festival.org.ar/.

domingo, 18 de enero de 2009

Edmundo Rivero

Leonel Edmundo Rivero nació el 8 de junio de 1911 en el barrio bonaerense de Valentín Alsina, al sur de la Capital Federal, en una casita que el ferrocarril había levantado junto a la Estación Puente Alsina, de la que, en esos momentos, su padre Máximo A. Rivero, era el jefe. Creció en el barrio porteño de Saavedra y su adolescencia la transcurrió en barrio Belgrano. Sus padres supieron inculcar a sus hijos, desde bien pequeños, un gran amor por la música; con su padre aprendió a tocar la guitarra criolla, y desde muy joven comenzó a estudiar canto en el Conservatorio Nacional; al mismo tiempo frecuentaba centros gauchescos y tradicionalistas; contó siempre, con un apoyo fundamental para su formación musical: todos, en su familia (abuelos, padres, tíos, hermanos), eran amantes del cancionero criollo y, en especial, platense. Con este entorno, no resulta extraño que lo que primero que aprendió, haya sido el folklore de la provincia de Buenos Aires. A este ambiente se sumó un estudio disciplinado, que le otorgó a Edmundo la base formal para convertirse en un músico completo, compositor además de intérprete. Junto a sus hermanos mayores Eva y Aníbal, y siendo ya adolescente, hizo algunas presentaciones en centros nativistas; por entonces, lo suyo era el folklore.


Su primera labor importante la hizo con su hermana citada, a dúo (ella cantaba y tocaba el piano, en tanto que Edmundo tocaba la guitarra), en LR10 -Radio Cultura-. Esta emisora luego lo contrató, como guitarrista, para que formara parte del conjunto que acompañaba a las figuras que se presentaban en la radio, ya fueran cantantes de folklore, de tango o de cualquier otro género. Su relación con el tango continuaba siendo tangencial y él seguía ubicado dentro de la música criolla.


En 1935 tuvo su gran oportunidad como cantante, al ingresar a la orquesta típica del violinista José De Caro, hermano menor de Julio y Francisco; luego fue contratado por las orquesta de Julio De Caro, la de Emilio Orlando, y en 1938, la de Humberto Canaro. Su registro de bajo no era el más requerido por los directores de orquestas al buscar un estribillista, que era su función en ellas. Casi todos los directores, como los responsables artísticos de radios y compañías discográficas, se resistían ante una voz distinta.


El primero en creer en las posibilidades de Rivero fue el pianista Horacio Salgán, cuando en 1944 lo llamó para integrar su orquesta, en la que permaneció hasta 1947. No quedaron registros de esta época, pues los empresarios discográficos dieron la espalda a la avanzada concepción del tango de Salgán y al registro inusual de la voz de Rivero. Sólo LR1 -Radio El Mundo- terminó aceptándolos, gracias a la presentación de un disco de prueba, pero los discos comerciales nunca llegaron en esos años.


En 1947, la orquesta de Anibal Troilo se encontraba en uno de sus mejores momentos; a las instrumentaciones de alta creatividad debía sumarse lo seductor de las voces elegidas para los estribillos. En esos momentos, los hacían Alberto Marino y Floreal Ruiz; pero en a comienzos del año 1947, el primero de ellos se retiró de la agrupación, para seguir su carrera como solista, y Troilo debió buscar otro cantor para reemplazarlo, recayendo su elección en Rivero, cuya voz no sólo le pareció muy interesante, sino que también le vio amplias posibilidades para encajar en su repertorio.


Cabe aclarar que en la década del '40, el puesto más inestable en las grandes orquestas, fue el del cantor, pues como consecuencia del éxito, los cantores de las orquestas crecían en popularidad y se independizaban.


El 29 de abril de 1947, la orquesta de Troilo hizo su primera grabación con Edmundo Rivero; sólo o a dúo con Floreal Ruiz, tuvo la oportunidad de lucirse con tangos y milongas. A partir de octubre de ese año, Troilo derivó a Rivero el repertorio de Homero Manzi, quedando identificado con su interpretación de "Tapera", "Una lágrima tuya" y, sobre todo, "Sur" y "El último organito". Para muchos, la atmósfera lograda por Rivero en estos últimos dos tangos, nunca más fue alcanzada por cantor alguno.


Cuando venció su contrato con Troilo, en 1950, éste quiso renovarlo, pero Rivero tenía otros planes e inició su carrera como solista. Firmó un contrato con LR3 -Radio Belgrano- y un compromiso para grabar discos en RCA Víctor; en 1954 se trasladó al sello TK; en sus discos fue acompañado, alternativamente, por un quinteto de guitarras y por la orquesta de Víctor Buchino. En 1956 grabó con Troilo, como cantor invitado, para dos temas: "La última curda" y la nueva versión de "Sur", y al año siguiente grabó junto con Salgán, tras largo tiempo de haber luchado ambos para ser aceptados. A posteriori, en 1962 y en 1970, volvió a cantar con Salgán para dos "long-plays". La profesión les ofreció la revancha, ya consagrados los dos, de poder grabar juntos.


Recorrió el país, actuó en Europa, en Japón, en Nueva York. Intervino en películas como "El cielo en las manos " (1949), "Al compás de tu mentira" (1951), "Pelota de cuero" y otras.


En 1965 resultó elegido para interpretar las poesías de Jorge Luis Borges que fueron musicalizadas por Piazzolla. El trabajo se plasmó en el disco "El tango", y sobre el mismo se montó un espectáculo que se presentó en todo el país y en la República Oriental del Uruguay.


En 1969 inauguró El viejo almacén, una antigua casona ubicada en Independencia y Balcarce; algo más que un café de tango; un refugio que le abrió las puertas al tango cuando eran tiempos de una nueva ola que se las cerraba. Todos los grandes de la música nacional pasaron por su escenario, que tenía, lógicamente, la presencia y actuación diaria de su dueño. A sus mesas se sentaron Borges, Sábato, Fangio, Leloir (premio Nobel), Serrat (gran admirador de Rivero) y hasta los Reyes de España, en 1978, ocasión en la que Juan Carlos de Borbón le pidió a Rivero que cantase "Cambalache".


Su voz grave abrió una variante renovadora y el camino a bajos y a barítonos con tendencia a bajos; fue un giro en los anales de la música de Buenos Aires, tradicionalmente cultivada por tenores o barítonos brillantes. Su repertorio transitó por igual los tangos de corte romántico o dramáticos, también los canyengues, como"Pobre piba" y "El chamuyo". Recurrió como nadie al cancionero lunfardo, que dominaba a la perfección. No se conformó con ser intérprete; lo estudió como lo que es: lenguaje popular. Redescubrió a Celedonio Flores, Felipe Fernandez, Carlos De La Púa y José Pagano. Incorporó a otros nuevos, como Luis Alposta, Eduardo Giorlandini, Juan B. Devoto, Mario Cecere, Juan Nervi, etc.. Compuso la música para que pudieran ser cantados clásicos como "Amablemente", "Biaba", "La toalla mojada", "Desde la cana".


Fue mucho más que un cantante de tango; fue el propulsor del intérprete que no deja librado al azar nada que le competa, que pone su acento en el estudio sistematizado de las letras que elige y se preocupa por transferir al auditorio la global intención autoral, paladear cada metáfora, disfrutar de algunos mensajes cifrados que, a veces, envuelven una obra. A Rivero se le creía cuando cantaba. Puso especial devoción para interpretar obras de corte lunfardo, que expresó con mesura y buen gusto, siendo un entendido en el tema, y estaba incorporado como miembro de la Academia Porteña de Lunfardo.

Escribió dos libros: "Una luz de almacén", que subtituló 'El lunfardo y yo', y "Las voces, Gardel y el canto". La edad no le puso límites a su voz. Profesional al máximo, vivió de noche, pero se cuidó de día, lo que le permitió cantar hasta el final, cuando por problemas cardíacos, debió ser internado en el Sanatorio Güemes de la Capital Federal, en la Navidad de 1985, falleciendo el 18 de enero de 1986, a los 74 años de edad.-



Fuentes: Clarín, "Tango de Colección", volumen 12; Revista "Pronto", colección Grandes del Tango.















Edmundo Rivero interpretando el tango "Sur" (de Aníbal Troilo y Homero Manzi), en un antiguo programa televisivo argentino, conducido por Antonio Carrizo.

miércoles, 14 de enero de 2009

Recordando a D'Arienzo.

Juan D'Arienzo nació el 14 de diciembre de 1900, en Buenos Aires, en el seno de una modesta familia italiana. Decidió ser músico y eligió el violín. Su debut profesional se produjo en 1911, en el Teatro Guignol, en el Jardín Zoológico, integrando un trío infantil, junto con Angel D'Agostino al piano (otro personaje que se haría popular) y Ennio Bolognini en el cello (uno de los más prestigiosos músicos argentinos, luego dedicado a la música clásica).

Su historia personal se desarrolló en escenarios que sirven de referentes para dibujar Buenos Aires, en medio del misterio con el que nacía el tango.


Tocó en cines, en la era del cine mudo; luego le llegó el turno a su actuación en los cabarets, y antes de cumplir 25 años ya había pasado por los más importantes de entonces. Solía recordar como una "época linda" aquella en la que, siendo un joven violinista tocaba en las llamadas "casas de baile", reductos severos dedicados a todo tipo de menesteres, donde solían reunirse, en aventuras clandestinas, integrantes de la clase alta.

Fue, también, un exitoso compositor de algunas melodías pegadizas, como "Paciencia", "El vino triste", "Bien pulenta", "Si la llegaran a ver", "Bailate un tango, Ricardo".


Amigo de Carlos Gardel, de Enrique Santos Discépolo, de Tania. Tenía devoción por las carreras de caballos y presenció el debut del mítico pura sangre Lunático, propiedad del Zorzal, montado por Leguizamo.


Se le conoció una fobia: la de los vuelos. Jamás subió a un avión y descartó millonarios ofrecimientos de giras para quedarse en tierra firme. Recordaba que Gardel le había hablado, en una ocasión, del presentimiento de su muerte en el marco de los frecuentes vuelos que debía realizar. Después de la catástrofe de Medellín su trauma se agudizó.


Se consideró siempre un sentimental, un agradecido a la adhesión incondicional de los tangueros, sobre todo de los bailarines. Hasta sus últimos tiempos lucía flaco, esbelto, con una pícara sonrisa que le adornaba su rostro, peinado a la gomina.


Mantuvo su notoriedad intacta con su presencia en la incipiente televisión, medio de difusión que resaltó su labor hasta su muerte, y desplegó en este medio, sus dotes de showman. Adoptaba una pose directriz con ademán severo, reconcentrado, con dedos rígidos que parecían obviar las partituras, encorvado, siguiendo los ademanes del cantor de turno. A la vez, planteando, de ese modo, un diálogo mudo, sin palabras, como si también el tango -en el más puro estilo D'Arienzo- fuera alegría y divertimento.


Tuvo montañas de seguidores y admiradores, entre los que se contaba Bing Crosby. Su versión de "La cumparsita", a lo largo de 36 reediciones, vendió 18 millones de placas, en una Argentina de 20 millones de habitantes.


El secreto de D'Arienzo residía en la alegría. Desmitificó el tango triste, y su música no lo es; tampoco es sentimental o profunda; contagia la alegría del baile.


Dueño de una vitalidad contagiosa, decía que una orquesta debía tener vida, y se esmeraba en contagiarles a sus músicos fuerza y carácter.


Le gustaba definirse como un gran optimista, como un tipo alegre, amigo de sus amigos, y se jactaba de que Juan Domingo Perón fuera uno de ellos. El juego fue su gran pasión; cuando se cansó de perder fortunas en las carreras de caballos, se dedicó a la ruleta.


El tango, como género, tuvo un duro traspié tras la muerte de Gardel; en esa circunstancia, apareció en la escena de la todavía incipiente radiofonía, una orquesta distinta, comandada por un violinista con alguna trayectoria: Juan D'Arienzo. Sorprendió gratamente al público con una marcación dura, acentuada uniformemente en cuatro tiempos para cada compás, con el aditamento de nerviosos "rellenos" de piano en las pausas de las melodías. Tal estilo musical hizo que se lo bautizara "El rey del compás". Así, produjo una revolución que devolvió el protagonismo del baile, al género. Recicló la velocidad de tangos primitivos, algunos de ellos, bellísimos y abandonados, a los que dio vitalidad y sentido popular. Abandonó el violín por la batuta y enfatizó ese estilo nervioso y agresivo que deslumbró a las nuevas generaciones, obligando a otros músicos a ejecuciones en tiempos más acotados, de tipo milonguero.


Juan D'Arienzo murió el 14 de enero de 1976.







(Extraído de "Tango de colección", volumen 14, Clarín).

lunes, 12 de enero de 2009

Leopoldo Federico

Leopoldo Federico nació el 12 de enero de 1927, en Buenos Aires. Es bandoneonista, director, arreglador y compositor. Entre niño y adolescente comenzó a estudiar el bandoneón; aprendió armonía con el profesor Felix Lipesker y con el reconocido bandoneonista Carlos Marcucci.
Debutó en 1944, cuando contaba con diecisiete años de edad, como bandoneonista, en la orquesta de Adamo-Flores, en el escenario del legendario "Tabarís". A partir de allí, fue requerido por las principales formaciones musicales de aquellos años, participando en las orquestas de Alfredo Gobbi, Emilio Balcarse, Osmar Maderna, Juan Carlos Cobián, Víctor D´Armario, Miguel Caló, Héctor Stamponi y Mariano Mores.
En 1953, luego de separase de la orquesta de Horacio Salgán, formó su propia agrupación junto al pianista Atilio Stampone.
Con menos de treinta años, afrontó nuevos desafíos.En 1955 fue convocado por Astor Piazzolla para reemplazar a Roberto Pansera en uno de los conjuntos mas revolucionarios de la historia del tango: el Octeto Buenos Aires, con el que dejó versiones antologicas junto al creador de Adios Nonino.
Hacia fines de la década de 1950 comenzó a grabar con su propia orquesta, y su destino grandioso lo vinculó con el cantor que sería el más grande éxito de la historia del tango reciente: Julio Sosa, a quien acompañó con su orquesta hasta la trágica muerte de Sosa en un accidente automovilistico, en 1964.
Tras ello, decidió formar parte del Cuarteto San Telmo. Tiempo después, formó un dúo con el guitarrista del cuarteto, Roberto Grela, y luego al sumarse Osvaldo Berlingieri, armaron un trío.
Durante su trayectoria como artista, realizó giras por Japón y Europa. Tocó a cuatro bandoneones con Piazzolla, Antonio Ríos y Rodolfo Mederos.

Su obra autoral es magnífica: "Danzarín", "El Marne", "Decarísimo", "Taconeando", "De vuelta al bulín", "Amurado", "Bandola zurdo" o "Capricho otoñal", "Cabulero" (que Piazzolla rebautizó "Neotango"), "Sentimental y canyengue" (grabado por las orquestas de Horacio Salgán y Osvaldo Pugliese), "Pájaro cantor", "Retrato de Julio Ahumada", "Milonguero de hoy", "A Héctor María Artola", "Minguito Tinguitella" (con Roberto Grela), "El Polaco", "Preludio nochero", "Alma de tango", "Siempre Buenos Aires", "Diagonal gris", "Cautivante", "Lo que no me hablaron de vos", "Calentísima", entre otros.

Respecto a su extensa y rica trayectoria, cabe mencionar que Leopoldo Federico ha hecho infinidad de giras con su orquesta y participó de una de las formaciones del mítico Quinteto Real, con Horacio Salgán.
Su vida y su carrera tentaron al director argentino Cristian Pauls, que en el año 2002 realizó el documental "Por la vuelta", basado en la cotidianeidad del bandoneonista, recorriendo viejas fotografías, partituras y libros ajados,para armar una trayectoria imbricada con el tango, aunque sin apelar a la nostalgia ni caer en el sentimentalismo. El relato se centró en el año 1997, cuando el Maestro padeció una grave enfermedad, y avanza y retrocede en busca de nombres y arpegios, que resumen una parte grande de nuestra música ciudadana.

Su intensa labor como orquestador y arreglador se ve reflejada en centenares de grabaciones junto a los cantantes más prestigiosos como Héctor Mauré, Alberto Podestá, Gloria Díaz, Edmundo Rivero, etc. Como compositor, cuenta con numerosas obras instrumentales. Se ha presentado en importantes programas en todos los canales de televisión del país. Sus grabaciones están editadas en las siguientes compañías: Music Hall, Sony Music, BMG y Polygram.

A fines de 2005, el talentoso Gustavo Santaolalla le dio vida a un proyecto llamado ‘Café de los Maestros’, para el cual fue convocado, entre otros grandes del tango. En abril de 2006, el álbum ‘Café de los Maestros’ recibió el premio al ‘Mejor Álbum Grupo u Orquesta de Tango’ y fue elegido como la ‘Producción del Año’ en la entrega de ‘Premios Gardel a la Música 2006’.

La maestría de Leopoldo Federico es única dentro de los bandoneonistas vivos de la historia del tango. Sintetiza en su trayectoria artística casi todas la corrientes tradicionales y evolucionistas de este género. Su fraseo, su manera de interpretar, conmueven más allá de su consagrado virtuosismo con el instrumento. El Maestro ha alcanzado cumbres interpretativas como pocos. Es sinónimo del mejor y más evolucionado tango, que nunca olvida las raíces. Como intérprete, puede ser considerado por estos días, como uno de los grandes maestros de la historia del tango.
A los 82 años, Leopoldo Federico es una figura entrañable de la música de Buenos Aires. Continúa presentándose con su orquesta, en la que se desempeñan como solistas tanto cantantes consagrados como jóvenes y nuevos talentos del tango. Se desempeña, además, como presidente de la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI), en el período 2008-2012.




Orquesta del maestro Leopoldo Federico en el Obelisco (Buenos Aires), el 31/12/2008, interpretando "Sueño de tango".


Fuentes: www.elportaldeltango.com; www.lastfm.es; "Oportuno retrato de Leopoldo" (Adolfo C. Martínez, publicada en la sección de Noticias de Espectáculos del Diario La Nación (Argentina), el Jueves 5 de junio de 2003; http://www.aadi.org.ar/.

martes, 2 de diciembre de 2008

¡Feliz Cumple, Don Osvaldo!

Osvaldo Pugliese nació el 2 de diciembre de 1905, en Villa Crespo, Buenos Aires, Argentina. Esa zona de la ciudad era el lugar donde convergían los más desposeídos, los expulsados de la incipiente sociedad de consumo y buena parte de la masa inmigratoria, llegada de Europa, y donde surgieron, también, los conventillos. El entorno social, cultural y temporal en el que le tocó crecer, forjó en el mismo un espíritu de solidaridad que jamás abandonó, como tampoco su adhesión al por entonces naciente Partido Comunista.
Su padre, Adolfo, era obrero del calzado e intervenía, además, como flautista aficionado en cuartetos de barrio que hacían culto del tango. Tenía dos hermanos mayores, y ambos tocaban el violín. Fue el padre quien le impartió las primeras lecciones de solfeo a Osvaldo, y aunque se inició con el violín, sólo ejecutó este instrumento por poco tiempo, ya que luego se inclinó definitivamente hacia el piano.
Después de formarse en conservatorios del barrio, se inició como profesional a los 14 años, en el Café La Chancha. Ya había compuesto el tango Recuerdo, que registró su padre, dada la minoría de edad de Osvaldo.
Su carrera musical iba en ascenso: se incorporó al cuarteto de Enrique Pollet, luego a la orquesta de Roberto Firpo, y en 1926, Pedro Maffia -el gran bandoneonista- lo llevó como pianista a su orquesta. Tres años después, junto a Elvino Vardaro, fundaron un grupo musical que hizo historia.
El golpe militar de 1930, redujo las posibilidades laborales de Pugliese, ya que era conocida su militancia partidaria.
En 1935, volvió a los grandes escenarios, convocado por otro bandoneonista, Pedro Laurenz.
En 1939 forma su primera orquesta propia. Se presentó en el nuevo Café Nacional y llegó a Radio El Mundo, la más importante de aquella época. Una hinchada, formada por los fanáticos de su estilo y por los adeptos al Partido Comunista, lo seguía fielmente.
Recién en 1943 grabó su primer disco. A su calidad de director, orquestador y selector del plantel, Pugliese agregó su calidad de excelente compositor. De su autoría son: Recuerdo, Una vez, Recién, La yumba, Malandraca, A Agustín Bardi, Negracha, Cardo y Malvón.
Pugliese nunca olvidó el consejo que, siendo muy joven, recibió de su padre: "Cuando tocás, tenés que mirar los pies de los bailarines. Si te siguen, es porque vas bien. Si no, el equivocado sos vos". Lo aplicó toda su vida. Su orquesta nació milonguera. La fuerza, las sutilezas rítmicas, la garra, no fueron premeditadas: crecieron como una necesidad que le transmitieron los bailarines. Las circunstancias ayudaron para que enseguida tomara identidad propia. El estilo Pugliese provocó una explosión de popularidad que alcanzó a todos los integrantes de la orquesta. Era el reconocimiento del público hacia quienes habían sabido interpretar sus aspiraciones, su sensibilidad.
La orquesta de Pugliese se hizo fuerte en el cordón industrial. En Avellaneda, Wilde, Lanús. Desde allí se proyectó al resto del país, primero, y a nivel internacional, más tarde.
En 1968, las cosas no iban bien para la orquesta. La modernidad (hippies, rock and roll, minifaldas), parecían alejar a la juventud de un estilo de vida que se había hecho en tango. Raleaba el trabajo y la salud no siempre acompañaba al "Maestro". Debió reestructurar su orquesta y los cambios en la misma se sucedían con frecuencia. Ya no quedaban bailarines y el tango transitaba por sendas musicales que lo alejaban cada vez más del estilo milonguero. No fue fácil para Pugliese la adaptación.
El 26 de diciembre de 1985, vivió su noche de gloria: pudo concretarse el viejo sueño de sus seguidores de que tocara en el Teatro Colón. El tango desembarcó en el legendario teatro de la mano del maestro Pugliese, ante una sala repreta de un público no muy habituado a esos lujos. La más que merecida ovación llegó, emocionada, junto a un escenario cubierto de rosas rojas y a veinte temas con sus bises.
La última actuación en la dirección de su orquesta, fue el sábado 17 de junio de 1995, en La Casa del Tango, de la que fuera presidente y fundador.
Falleció el 25 de julio de 1995. Después de ser velado en el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, su cortejo partió hasta la sede central del Partido Comunista, después pasaron por SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) y por la Casa del Tango. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Chacarita (Buenos Aires), en un sector denominado Monumento a las Personalidades. Sobre su tumba se erige una escultura del "Maestro", tocando su piano.
Osvaldo Pugliese fue un músico fenomenal. Fiel a sus convicciones estéticas; tanguero por definición y por mandato. Leal, también, a sus valores éticos. Convencido de la posibilidad de erigir un mundo más justo. Inclinado, naturalmente, hacia los más débiles, aún a costa de su propio patrimonio e, incluso, de su libertad.
Fue incondicionalmente venerado por todos los músicos que pasaron por sus orquestas, que veían en él a un maestro del arte y de la vida. Cumplió más de sesenta años de trayectoria en los escenarios.
Durante años cumplió con el rito de realizar una larga caminata matinal por Buenos Aires, en la que solía detenerse para entregarse a la conversación amena con ocasionales "amigos": los trabajadores, a los que dedicó su arte y consagró sus inclaudicables posiciones políticas.
Pugliese no necesitó hacer estilo ni fabricar vanguardia para afirmar su propia personalidad. Le bastó crear y recrear, con una originalidad que invade centenares de tangos, sin achaques, sin rebuscamiento y, sobre todo, sin ficticias incursiones por fuera del alma del género.
Hasta los 80 años tomaba clases de armonía, tocaba su piano en las tardes, ensayaba repertorio, escribía y cotejaba arreglos.






Basado en:

"Tango de colección", N° 2: Osvaldo Pugliese, Clarín, Buenos Aires, 2005, textos de Eduardo Rafael y Jorge Göttling.

"Clásicos de siempre", Revista Pronto semanal: Osvaldo Pugliese - El Maestro del Tango.

martes, 25 de noviembre de 2008

Carlos Gardel



Afirmar que Carlos Gardel, además de ser el cantor de tangos más importante de la historia, es uno de los grandes mitos de Argentina y Uruguay, es casi una verdad de perogrullo. Precisamente por eso, su verdadera historia ha sido reemplazada por una suerte de leyendas que no hacen justicia a aspectos esenciales de su personalidad, ocultan o distorsionan muchos sucesos de su vida y dificultan, de ese modo, la comprensión integral de uno de los personajes más importantes y fascinantes de la música popular del siglo XX.
El criterio de los investigadores no es unánime con respecto al lugar de nacimiento de Carlos Gardel. Para algunos, nació en la ciudad uruguaya de Tacuarembó, en 1887. Según otras biografías, nació en Toulouse (Francia) en 1890, y habría cruzado el mar junto a su madre, para radicarse en la ciudad de Buenos Aires en 1893. Su verdadero nombre era Charles Romuald Gardes.
Siempre guardó una gran discreción sobre su vida privada, por lo que gran parte de los datos de su biografía, en especial lo que respecta a sus orígenes, permanecen en el misterio. Este hecho ha contribuido a alimentar la leyenda y ha generado numerosas controversias entre sus seguidores.
Gardel comenzó su actividad artística hacia finales de la primera década del siglo veinte, acompañándose con guitarra y ejecutando el repertorio que estaba en boga entre los cantores de época. Por entonces, se hacía llamar 'El Morocho', e interpretaba temas procedentes de la música folclórica llanera.
Intentaría formar varios dúos, hasta que en1912 conformó el dúo Martino – Gardes (todavía no había modificado su apellido), junto con “Pancho” Martino. Rea
lizaron una gira por el interior del país, sin mayor éxito. Al regreso de la misma, se incorporó Razzano a la agrupación, y más tarde también se sumó Saúl Salinas. Este cuarteto realizó una gira por la provincia de Buenos Aires, durante la cual desertaron Salinas y, más tarde, Martino. Tras haber abandonado aquellos el grupo, quedó conformado, en 1913, el dúo Gardel – Razzano que, paulatinamente, comienzó a adquirir cierto prestigio. Algunos autores refieren una anécdota en cuanto a la formación de este dúo, afirmando que en 1913 se celebró un duelo entre José Razzano (a quien llamaban “El Oriental” y era conocido como cantante de tangos) y Carlos Gardel, en la calle Guardia Vieja, de la ciudad de Buenos Aires (hoy calle Carlos Gardel), pero que no se dio como vencedor a ninguno de los dos, surgiendo de aquel concurso la formación del dúo, que trabajó muy unido durante años. En efecto, realizaron algunas actuaciones en Chile, Uruguay y Brasil, con relativo éxito y, a su regreso a Buenos Aires, incorporaron al guitarrista José Ricardo, por lo que Gardel comenzó a desentenderse de la faceta instrumental.
En 1917 Carlos cantó en público “Mi noche triste”, de Pascual Contursi y Samuel Castriota, y ese mismo año filmó la película muda “Flor de durazno”, de Francisco Defilippis Novoa (en 1918 repitió con otro filme del mismo director, La loba). Ese mismo año 1917, el dúo Gardel – Razzano grabó sus primeros discos, y al año siguiente Gardel grabó los primeros tangos, entre los que se incluyen “Mi noche triste” y “Flor de fango”. En 1923 el dúo actuó en España, en el teatro Apolo de Madrid y en Barcelona. De regreso a Buenos Aires, Gardel y Razzano grabaron un disco con la orquesta de Francisco Canaro.
En 1924 fue el turno del debut radial: son convocados por radio Splendid para interpretar algunas canciones. Un año después, Razzano se retiró del canto, transformándose en el representante de Gardel.

Comenzó ese año la gran carrera de Gardel como solista. Después de una larga gira por España y Francia, donde actuó en los más importantes escenarios, regresó nuevamente a Argentina, y hacia 1930 filmó algunos filmes cortos, bajo la dirección de Eduardo Morera. A posteriori, retornó a Europa, donde filmó “Luces de Buenos Aires” y grabó, en París, discos para el sello Odeón.
Una etapa importante se inició en 1932, cuando se incorporó Alfredo Le Pera al “staff gardeliano”. Juntos escribirían varios tangos que luego serían incorporados a las nuevas películas filmadas para la Paramount, en Joinville. Le Pera sería, además, el encargado de confeccionar los guiones para las mismas, las que constiutyeron un verdadero éxito comercial, por lo que Gardel decidió viajar a Estados Unidos e intentar filmar en dicho país. Firmó un nuevo contrato con la productora Paramount para hacer nuevas películas, las que se concretan durante los años 1934 y 1935. Todas las canciones cantadas por Gardel en estas películas son grabadas por la empresa RCA Víctor.

En abril de 1935 inició una gira por Latinoamérica, que finalizó en la ciudad de Medellín, Colombia, cuando el 24 de junio, el avión que transportaba al grupo rumbo a Cali, se estrelló durante el despegue, muriendo el cantor y casi toda la delegación.
A partir de ese día, la figura de Carlos Gardel adquirió dimensiones mitológicas. Es considerado parte esencial de la mejor música popular y símbolo de su patria adoptiva, Argentina.
Fue enterrado en el cementerio porteño de la Chacarita, y su tumba es visitada por admiradores de todo el mundo.

Fuentes:
Microsoft ® Encarta ® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
Gardel. La biografía (de Julián y Osvaldo Barsky).

jueves, 6 de noviembre de 2008

Cátulo Castillo

Nació en Buenos Aires, en el año 1906. Compositor, pianista y autor argentino. Como poeta del tango representó, junto con Homero Manzi y Pedro Maffia, la llamada Escuela de Boedo, corriente que reflejaba el alma de Buenos Aires y de sus personajes más representativos, usando un lenguaje refinado y de gran calidad poética.
Aunque su formación inicial fue con el violín, luego orientó su vocación hacia el piano y la composición. Su temprano talento permitió que compusiera en 1923 'Organito de la tarde', a la que siguieron, entre otras, 'Silbando' (1926) y 'Caminito del taller' (1926); ese año viajó a Europa y firmó contratos muy ventajosos en Francia, Italia y España.
En 1928, visitó España con una orquesta integrada, entre otros, por Miguel Caló, Alfredo Malerva y Roberto Maida, y actuó en Madrid y Sevilla. En 1930 obtuvo la cátedra de Historia de la Música y Pedagogía, del Conservatorio Nacional de Música Manuel de Falla, institución de la que más tarde ocuparía el cargo de dir
ector.
Es autor de la letra de los tangos 'Café de los angelitos', 'Patria mía', 'El patio de la Morocha', 'Juan Tango', 'Luna llena' y 'La calesita'. Como compositor escribió 'El aguacero' e 'Invocación al tango'. Junto a Aníbal Troilo produjo los tangos 'Una canción', 'Y a mí qué', 'Desencuentro', 'A cara o cruz', 'Me llamo Anselmo Contreras' y 'El último café'. También escribió melodías para las películas Arrabalera (1950) y Vivir un instante (1951). Falleció en 1975 en Buenos Aires.


Extraído de Microsoft ® Encarta ® 2007. © 1993--2006 Microsoft Corporation.

jueves, 23 de octubre de 2008

Homero Manzi

Homero Nicolás Manzione nació en el pueblo de Añatuya, provincia de Santiago del Estero, el 1 de noviembre de 1907. Fue el sexto de los nueve hijos que tuvieran Luis Manzione (un modesto hacendado argentino) y Ángela Prestera (entrerriana, oriunda de Concepción del Uruguay).



Pasó sus primeros años de vida en su pueblo natal y luego se trasladó con su madre y hermanos a Buenos Aires, en tanto que su padre continuó en Añatuya para trabajar. La familia regresaba sistemáticamente a la provincia de Santiago del Estero para las vacaciones. De su infancia en el barrio de Pompeya data su familiaridad con la cultura del arrabal porteño, representada en su obra. Sin embargo, Manzi destacó siempre su filiación del interior.



Cuando contaba sólo con 16 años escribió "El ciego del violín", al que Cátulo Castillo y Sebastián Piana le pusieran música y que fuera conocido más tarde como "Viejo Ciego".



Trabajó como profesor de literatura y castellano en los colegios nacionales Mariano Moreno y Domingo Faustino Sarmiento, hasta 1930. Afiliado a la Unión Cívica Radical, por su apoyo militante al derrocado Hipólito Irigoyen, y activista de la Reforma Universitaria, el gobierno de facto de Uriburu lo encarceló brevemente y lo expulsó de ambas cátedras. Exonerado de sus responsabilidades docentes, optó por dedicarse por entero al arte.



En 1935, insatisfecho con la dirección alvearista de la UCR participó de la fundación de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), un movimiento que preconizaba el retorno a los principios federalistas de la Constitución, hispanoamericanista y antiimperialista. Criticó activamente la política del gobierno y sus acciones le valieron ser expulsado de la Facultad de Derecho.



En 1945, tras la aparición de Juan Domingo Perón, Manzi y toda la plana de FORJA apoyaron su causa, lo que le valió poco después la expulsión de la UCR. Manzi afirmó que "Perón es el reconductor de la obra inconclusa de Yrigoyen". Su admiración por Perón y su acción al frente del estado argentino a partir del año 1946, quedó plasmada en su obra.



Definido por Enrique Santos Discépolo como el "poeta de las cosas que se fueron", Manzi cuenta con una abundante obra literaria que, además de sus memorables letras, incluye poemas, cuentos, artículos períodísticos, piezas de teatro, guiones para la radio y el cine (llegó a dirigir incluso sus propios argumentos). Se destaca su colaboración con Ulyses Petit de Murat, con quien escribió, entre otros, los guiones de las películas La guerra gaucha, Su mejor alumno, Todo un hombre y Pampa bárbara.

Sebastián Piana, Cátulo Castillo, Aníbal Toilo y Lucio Demare fueron algunos de los músicos con quienes compartió sus más notables composiciones.


Poco antes de su muerte compuso dos milongas —Milonga a Perón y Milonga a Evita— para Hugo del Carril.

Falleció el 3 de mayo de 1951, en Buenos Aires.

Principales tangos: Desde el alma, Milonga triste, Flor de cardo, Manoblanca, Romance de barrio, Negra María, La herrería, El pescante, Princesa arrabalera, Milonga del 900, Pena mulata, Mariana, Mañana zarpa un barco, El último organito, Voz de tango, Milonga Sentimental, Betinoti, Barrio de tango, Che bandoneón, Malena, Ninguna, Discepolín, Gato, Fruta amarga, Fuimos, Solamente ella, Mi taza de café, Viejo ciego, Sur, entre otros.



Fuentes:
*"Mitos Poesía Argentina", Homero Manzi -Che bandoneón, Editorial Mondadori, N° 5.