Discos viejos

domingo, 1 de febrero de 2009

El varón del tango

Julio María Sosa nació el 2 de febrero de 1926 en Las Piedras, un pueblo uruguayo situado a 26 kilómetros de la ciudad de Montevideo -capital de la República Oriental del Uruguay-, en un hogar muy humilde.
Su trayectoria profesional comenzó como estribillista de una modesta orquesta de su pueblo natal, que alternaba tangos con jazz y algo de folklore: El Septimio de Carlos Gilardoni, violinista; durante todo el tiempo que estuvo en esta agrupación, Sosa consiguió elegir los temas a cantar, denotando siempre una inclinación hacia el repertorio gardeliano.
Cuando se desvinculó de Gilardoni, fue contratado por el pianista Hugo Di Carlo; ello le significó el acceso a escenarios más importantes, ya en la ciudad de Montevideo. Por esos años, utilizaba el seudónimo de Alberto Ríos. Simultáneamente, entre junio de 1948 y enero de 1949, grabó por primera vez en su vida, como vocalista del Cuarteto del bandoneonista Luis Caruso, dejando cinco registros para el sello Sondor, de Montevideo, que testimonian las condiciones vocales del Sosa veinteañero, con una voz menos grave.
En ese mismo año (1949), viajó a Buenos Aires, con el propósito de que Joaquín Do Reyes -un director de orquesta muy popular en ese tiempo-, le tomara una prueba; sus amigos le habían explicado qué tranvía debía tomar cuando desembarcara en Buenos Aires y le habían hecho las conexiones para que el director lo escuchara pero, luego de oírlo, Do Reyes no lo incorporó a su conjunto porque no le gustó su estilo.
Al poco tiempo fue contratado para cantar, acompañado por dos guitarras, en el Café Los Andes, en Buenos Aires, por la comida y unos pocos pesos, pero esto le sirvió para que un autor de letras lo presentara a Enrique Francini y Armando Pontier, que por entonces tenían la orquesta más audaz que triunfaba en la calle Corrientes. Debutó con ellos actuando en el Cabaret Picadilly, un lugar donde se iba a bailar. El espaldarazo definitivo se lo dio Enrique Santos Discépolo, que una noche concurrió a ese cabaret y Sosa le dedicó el tango "Dicen que dicen" (de Ballesteros y Delfino): al terminar su interpretación, Discépolo se acercó al escenario, conmovido, y le manifestó: "¡Pibe, si lo hacés mejor, te juro que está mal!". Julio Sosa no recibió, ni antes ni después, un elogio mayor. Su primer registro discográfico con la orquesta de Francini y Pontier fue en agosto de 1949, en el sello RCA Víctor, cantando a dúo con Alberto Podestá. Siguieron luego, catorce temas más.
En los primeros meses de 1953, el pianista Francisco Rotundo lo tentó para integrar su orquesta; en la misma, siguió con un repertorio similar al de Francini - Pontier, pero su voz no se encontraba en perfectas condiciones en esa etapa, por una afección en las cuerdas vocales. No obstante ello, grabó con Rotundo doce registros para el sello Pampa -subsidiario de Odeón-, entre ese año y 1955.
En el interín, debió operarse de pólipos en las cuerdas vocales, reapareciendo como un cantor de voz más grave, y con el timbre que se convertiría, tiempo después, en su sello personal.
A mediados de 1955, pasó a ser cantante de Armando Pontier, quien ya no formaba rubro con Francini. Se convirtió también, en socio de esta orquesta, lo que le proporcionó una excelente oportunidad para poder decidir con mayor libertad qué cantar, y así estabilizar definitivamente su repertorio. Al respecto, Julio Sosa se caracterizó por una selección inteligente, capaz de poner otra vez en vigencia, obras completamente olvidadas. Con Pontier llegó su consagración definitiva, y comenzaron a grabar juntos para el sello RCA Víctor, ese mismo año.
Julio Sosa no fue un cantante mesurado, sino que, por el contrario, efectuaba adornos, agregados, cambios de palabras a las letras originales, breves murmuraciones, alguna risa irónica y otras exclamaciones, que lo mostraban como alguien que estaba 'protagonizando' cada tango. Por estos años, además, comenzó a dar especial preponderancia a temas que valorizaban y hacían culto de la masculinidad, como "Brindis de sangre" y "Guapo y varón", por ejemplo; esta característica fue potenciándose en los años subsiguientes y le valió el apodo de 'El varón del Tango'; encarnaba un modelo diferente de cantor, capaz de entablar relaciones de afecto, desde el escenario, con cada público.
Se independizó de la orquesta de Pontier en 1961, en uno de los momentos históricos más críticos para el tango. A diferencia de la tendencia que seguían los cantores de esa época -de lanzarse solos o acompañados por unos pocos músicos-, Sosa se asoció con el bandoneonista Leopoldo Federico, quien con su orquesta, lo acompañó hasta su muerte, en los años de mayor expansión y crecimiento del cantante; juntos, efectuaron sesenta grabaciones.
Filmó la película "Buenas noches, Buenos Aires", con Hugo del Carril y escribió un libro de poemas titulado "Dos horas antes del alba"; también hizo presentaciones televisivas y llenó inmensos auditorios, tanto en Buenos Aires como en el interior del país.
Julio Sosa falleció el 26 de noviembre de 1964, en un accidente automovilístico, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, a los 38 años, y en la cima de su carrera artística. Su muerte causó una conmoción generalizada en el público, apenas fue conocida, y miles de personas lo despidieron en el Cementerio de La Chacarita.
Dejó ciento cuarenta y dos temas grabados, en su breve carrera musical y consiguió, en tanto corto tiempo, conquistar el cariño popular y una admiración rayana a la idolatría.

Fuente: "Tango de Colección", vol. 8, Clarín.



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