Discos viejos

domingo, 18 de enero de 2009

Edmundo Rivero

Leonel Edmundo Rivero nació el 8 de junio de 1911 en el barrio bonaerense de Valentín Alsina, al sur de la Capital Federal, en una casita que el ferrocarril había levantado junto a la Estación Puente Alsina, de la que, en esos momentos, su padre Máximo A. Rivero, era el jefe. Creció en el barrio porteño de Saavedra y su adolescencia la transcurrió en barrio Belgrano. Sus padres supieron inculcar a sus hijos, desde bien pequeños, un gran amor por la música; con su padre aprendió a tocar la guitarra criolla, y desde muy joven comenzó a estudiar canto en el Conservatorio Nacional; al mismo tiempo frecuentaba centros gauchescos y tradicionalistas; contó siempre, con un apoyo fundamental para su formación musical: todos, en su familia (abuelos, padres, tíos, hermanos), eran amantes del cancionero criollo y, en especial, platense. Con este entorno, no resulta extraño que lo que primero que aprendió, haya sido el folklore de la provincia de Buenos Aires. A este ambiente se sumó un estudio disciplinado, que le otorgó a Edmundo la base formal para convertirse en un músico completo, compositor además de intérprete. Junto a sus hermanos mayores Eva y Aníbal, y siendo ya adolescente, hizo algunas presentaciones en centros nativistas; por entonces, lo suyo era el folklore.


Su primera labor importante la hizo con su hermana citada, a dúo (ella cantaba y tocaba el piano, en tanto que Edmundo tocaba la guitarra), en LR10 -Radio Cultura-. Esta emisora luego lo contrató, como guitarrista, para que formara parte del conjunto que acompañaba a las figuras que se presentaban en la radio, ya fueran cantantes de folklore, de tango o de cualquier otro género. Su relación con el tango continuaba siendo tangencial y él seguía ubicado dentro de la música criolla.


En 1935 tuvo su gran oportunidad como cantante, al ingresar a la orquesta típica del violinista José De Caro, hermano menor de Julio y Francisco; luego fue contratado por las orquesta de Julio De Caro, la de Emilio Orlando, y en 1938, la de Humberto Canaro. Su registro de bajo no era el más requerido por los directores de orquestas al buscar un estribillista, que era su función en ellas. Casi todos los directores, como los responsables artísticos de radios y compañías discográficas, se resistían ante una voz distinta.


El primero en creer en las posibilidades de Rivero fue el pianista Horacio Salgán, cuando en 1944 lo llamó para integrar su orquesta, en la que permaneció hasta 1947. No quedaron registros de esta época, pues los empresarios discográficos dieron la espalda a la avanzada concepción del tango de Salgán y al registro inusual de la voz de Rivero. Sólo LR1 -Radio El Mundo- terminó aceptándolos, gracias a la presentación de un disco de prueba, pero los discos comerciales nunca llegaron en esos años.


En 1947, la orquesta de Anibal Troilo se encontraba en uno de sus mejores momentos; a las instrumentaciones de alta creatividad debía sumarse lo seductor de las voces elegidas para los estribillos. En esos momentos, los hacían Alberto Marino y Floreal Ruiz; pero en a comienzos del año 1947, el primero de ellos se retiró de la agrupación, para seguir su carrera como solista, y Troilo debió buscar otro cantor para reemplazarlo, recayendo su elección en Rivero, cuya voz no sólo le pareció muy interesante, sino que también le vio amplias posibilidades para encajar en su repertorio.


Cabe aclarar que en la década del '40, el puesto más inestable en las grandes orquestas, fue el del cantor, pues como consecuencia del éxito, los cantores de las orquestas crecían en popularidad y se independizaban.


El 29 de abril de 1947, la orquesta de Troilo hizo su primera grabación con Edmundo Rivero; sólo o a dúo con Floreal Ruiz, tuvo la oportunidad de lucirse con tangos y milongas. A partir de octubre de ese año, Troilo derivó a Rivero el repertorio de Homero Manzi, quedando identificado con su interpretación de "Tapera", "Una lágrima tuya" y, sobre todo, "Sur" y "El último organito". Para muchos, la atmósfera lograda por Rivero en estos últimos dos tangos, nunca más fue alcanzada por cantor alguno.


Cuando venció su contrato con Troilo, en 1950, éste quiso renovarlo, pero Rivero tenía otros planes e inició su carrera como solista. Firmó un contrato con LR3 -Radio Belgrano- y un compromiso para grabar discos en RCA Víctor; en 1954 se trasladó al sello TK; en sus discos fue acompañado, alternativamente, por un quinteto de guitarras y por la orquesta de Víctor Buchino. En 1956 grabó con Troilo, como cantor invitado, para dos temas: "La última curda" y la nueva versión de "Sur", y al año siguiente grabó junto con Salgán, tras largo tiempo de haber luchado ambos para ser aceptados. A posteriori, en 1962 y en 1970, volvió a cantar con Salgán para dos "long-plays". La profesión les ofreció la revancha, ya consagrados los dos, de poder grabar juntos.


Recorrió el país, actuó en Europa, en Japón, en Nueva York. Intervino en películas como "El cielo en las manos " (1949), "Al compás de tu mentira" (1951), "Pelota de cuero" y otras.


En 1965 resultó elegido para interpretar las poesías de Jorge Luis Borges que fueron musicalizadas por Piazzolla. El trabajo se plasmó en el disco "El tango", y sobre el mismo se montó un espectáculo que se presentó en todo el país y en la República Oriental del Uruguay.


En 1969 inauguró El viejo almacén, una antigua casona ubicada en Independencia y Balcarce; algo más que un café de tango; un refugio que le abrió las puertas al tango cuando eran tiempos de una nueva ola que se las cerraba. Todos los grandes de la música nacional pasaron por su escenario, que tenía, lógicamente, la presencia y actuación diaria de su dueño. A sus mesas se sentaron Borges, Sábato, Fangio, Leloir (premio Nobel), Serrat (gran admirador de Rivero) y hasta los Reyes de España, en 1978, ocasión en la que Juan Carlos de Borbón le pidió a Rivero que cantase "Cambalache".


Su voz grave abrió una variante renovadora y el camino a bajos y a barítonos con tendencia a bajos; fue un giro en los anales de la música de Buenos Aires, tradicionalmente cultivada por tenores o barítonos brillantes. Su repertorio transitó por igual los tangos de corte romántico o dramáticos, también los canyengues, como"Pobre piba" y "El chamuyo". Recurrió como nadie al cancionero lunfardo, que dominaba a la perfección. No se conformó con ser intérprete; lo estudió como lo que es: lenguaje popular. Redescubrió a Celedonio Flores, Felipe Fernandez, Carlos De La Púa y José Pagano. Incorporó a otros nuevos, como Luis Alposta, Eduardo Giorlandini, Juan B. Devoto, Mario Cecere, Juan Nervi, etc.. Compuso la música para que pudieran ser cantados clásicos como "Amablemente", "Biaba", "La toalla mojada", "Desde la cana".


Fue mucho más que un cantante de tango; fue el propulsor del intérprete que no deja librado al azar nada que le competa, que pone su acento en el estudio sistematizado de las letras que elige y se preocupa por transferir al auditorio la global intención autoral, paladear cada metáfora, disfrutar de algunos mensajes cifrados que, a veces, envuelven una obra. A Rivero se le creía cuando cantaba. Puso especial devoción para interpretar obras de corte lunfardo, que expresó con mesura y buen gusto, siendo un entendido en el tema, y estaba incorporado como miembro de la Academia Porteña de Lunfardo.

Escribió dos libros: "Una luz de almacén", que subtituló 'El lunfardo y yo', y "Las voces, Gardel y el canto". La edad no le puso límites a su voz. Profesional al máximo, vivió de noche, pero se cuidó de día, lo que le permitió cantar hasta el final, cuando por problemas cardíacos, debió ser internado en el Sanatorio Güemes de la Capital Federal, en la Navidad de 1985, falleciendo el 18 de enero de 1986, a los 74 años de edad.-



Fuentes: Clarín, "Tango de Colección", volumen 12; Revista "Pronto", colección Grandes del Tango.















Edmundo Rivero interpretando el tango "Sur" (de Aníbal Troilo y Homero Manzi), en un antiguo programa televisivo argentino, conducido por Antonio Carrizo.

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