Discos viejos

sábado, 15 de noviembre de 2008

Tango y encanto de ser argentinos

Me gustaría compartir con quienes siguen este blog un párrafo escrito por el escritor argentino Marcos Aguinis. Había pensado realizar algún comentario en relación a este texto en el que Aguinis explica la influencia del tango en la personalidad de los argentinos (¿o de los argentinos en la esencia del tango?) y la evolución de este género musical en consonancia con los hechos que construyeron la historia de Argentina pero, desde mi humilde punto de vista, su descripción es tan maravillosamente genial, que consideré más conveniente su transcripción:
"El tango interactuó con nuestra mentalidad; le dimos y nos dio: tics, filosofía, crítica, ironía, prejuicio y amarga belleza. Es un género musical, literario y para bailar nacido en las orillas del Río de la Plata, desde donde se expandió al mundo con la fuerza de un maremoto en los comienzos del siglo XX. Disputamos su origen con Uruguay, pero Uruguay y Argentina conformaron durante siglos un solo país y el debate no tiene mayor sentido. Convengamos que es rioplatense, porteño, y que se volvió tanto uruguayo como argentino. Quizás por nuestro mayor tamaño de país se lo empezó a llamar tango argentino.
Generó cultores que le proveyeron brillo y variedad. Modeló amplios retazos del alma colectiva con los sucesivos personajes que se formaban en el devenir nacional. Deambuló por los arrabales, ingresó en los salones, accedió a los filmes y conquistó el gusto de la gente como un hermano gemelo del jazz. Jazz y tango, en la primera mitad del siglo XX, tenían sabor a verdad. Ambos se levantaron del barro y de un dolor tan profundo que dejaba sin aliento.

Se expandió rápido y prevaleció junto al vals, el jazz y el bolero. Pero nunca dejó de ser un género reo y descarnado. Cada tanto amenazaba languidecer. Sus innovaciones fueron tomadas como síntomas del fin. La consagrada Guardia Vieja resistió a músicos profesionales como Osvaldo Fresedo y Osvaldo Pugliese. El cine sonoro le hizo competencia con los ritmos llegados del norte. Pero siguió vivito y coleando hasta alcanzar su auge por los años 40 y 50. En los 60 lo avasallaron el twist, el rock y la moda hippy. Se encogió a las dimensiones de los túrbidos comienzos y volvió a funcionar como un producto clandestino que sólo apreciaban los iniciados. Mientras en la superficie se decretaba su extinción, el tango sobrevivía en las meditabundas catacumbas gracias al empeño de músicos, cantores y danzarines trasnochados. Como detalle curioso de una gloria tirada al piso, se comentaba su inexplicable popularidad en Japón, las referencias en películas extranjeras y el aprecio que se ganaba un compositor en el exilio llamado Astor Piazzolla quien, se decía, no componía tangos de verdad.
Recién en los 80, asociado con la recuperación de la democracia, el tenaz género volvió a resurgir. Pero cambiado, estilizado. La ausencia del sol le había tersado la piel. No obstante, continuaba manteniendo una inconfundible originalidad, así como su sello rioplantense. Ahora es enseñado en ciudades grandes y pequeñas de remotos países, y muchos admiradores que ni siquiera captan su letra de insolente filosofía aterrizan en Buenos Aires para disfrutarlo de cerca, como si peregrinasen a un santuario. Hasta Hollywood volvio a respetarlo: Al Pacino lo baila en Perfume de mujer, Schwarzenegger en Mentiras verdaderas y, además, resuena en La lista de Schindler y en 12 monos.
Aunque los argentinos ya no lo cantamos ni memorizamos con la fruición de otra época (casi dejamos de cantar), ni lo silbamos bajito con las manos en los bolsillos, ni lo bailamos con frecuencia y destreza (unos pocos, sin embargo, lo hacen mejor, estimulados por las acrobáticas coreografías que se han ganado la admiración de cinco continentes), el tango brinda elocuentes indicios sobre nuestra mentalidad. Sobre el atroz encanto de ser argentinos. Expresa rencor, miedo, tristeza, picardía". ("El atroz encanto de ser argentinos", Marcos Aguinis, Editorial Planeta, Año 2001, páginas 49/51).
Lo único que me atrevo a agregar es que, en años más recientes, el tango viene ganando un espacio cada vez mayor en los medios de comunicación, en las academias de baile, en los espectáculos musicales, etc. Probablemente, la identificación que se efectúa fuera del país, del tango con la Argentina misma, nos haya empujado a muchos a escudriñar en este género que nos representa en el mundo y que, en algún momento, fue patrimonio casi exclusivo de la generación de mayor edad. De seguro que su inclusión en películas llegadas de Hollywood, protagonizadas por íconos de la cinematografía actual, populares, taquilleras y premiadas, también alertó a los argentinos sobre la "modernidad" y "glamour" de conocer sobre tango. Los certámenes de baile televisivos, con formatos similares en distintos países, también incorporaron a este género para evaluar la destreza de sus concursantes, Ya no se trata, entonces, de una danza en desuso, de una melodía antigua o un cantante decrépito. Los jóvenes se acercan e interesan, cada vez más por el tango; ya no está circunscripto a un determinado grupo social o etáreo, sino que se perfila, cada vez más, como un fenómeno casi masivo.
Volveré, en más de una oportunidad, a compartir párrafos de este libro ya que me encanta el tratamiento que su autor proporciona a la temática del tango.

1 comentario:

Marcelo y Lucila dijo...

maeli: por supuesto que te esperamos cuando estés por estos pagos chiflá nomás y te venís a bailar unos tanguitos. Ya dejamos nuestro voto, desde ya que esto es voto "cantado", lejos la del zorzal criolla es la mejor versión pa´nosotros. Ahh también está buena la que grabaron Troilo y Piazzola juntos.
Besos Marce y Lu http://marceloylucila.blogspot.com